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ABC SEVILLA 14-11-1929 página 23
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ABC SEVILLA 14-11-1929 página 23

  • EdiciónABC, SEVILLA
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A B C J U E V E S 14 D E N O V I E M B R E r D E 1929. E D I C I Ó N D E ANDALUCÍA. P A G 23. gue para la sociedad el mayor de los bie nes, se procuran los demás qite de él proceden, cuales son los que pertenecen al E s tado y se llaman políticos. Esto es, los bienes no privados y propios de los individuos sino comunes a todos los ciudadanos; todo lo cual puede y debe obtener la acción católica con la humilde obediencia a las leyes de Dios y a la Iglesia junto al total apartamiento de los partidos políticos. (Epist. Quse nobis; V S. Mas para remover en lo posible todo motivo de duda queremos aquí hacer constar, y dejar bien entendido, esto: Las Asociaciones que conformando sus propósitos y empresas con los preceptos de la religión y los peculiares intentos de la Acción Católica, tienen por blanco ayudar a los ciudadanos, ya en sus asuntos económicos, ya en el ejercicio de su profesión, conviene de todo punto que en las materias concernientes a los fines de la Acción Católica se sujeten a ella y sirvan a las otras de apostolado cristiano; pero las empresas de suyo económicas sean de su propia cuenta y exclusiva responsabilidad. Esto supuesto, es consiguiente que los sagrados pastores de la Iglesia, en razón de su oficio, no pueden desentenderse de semejantes asociaciones, antes bien, conviene que con su hábil intervención e impulso eficaz de tal modo las atiendan, que con la mayor diligencia posible las formen en las enseñanzas y preceptos de la religión católica. P o r la misma razón l a Acción Católica, al par que se aprovecha de las ventajas inherentes a las Asociaciones puramente religiosas y económicas, las ayuda y favorece procurando que medien entre ambas partes no sólo concordia y benevolencia sino también mutua protección y auxilio con aquel fruto para la Iglesia, cuya sociedad humana es fácil conjeturar. (Ibidem) L a A c c i ó n S o c i a l y l a intervención en la política la unidad de régimen y ordenamiento que cada una guarde religiosamente la índole de su obra e institución y todas juntas tengan por costumbre inviolable obedecer concordemente a los directores puestos por l a jerarquía eclesiástica. Porque propio es de esa acción formar como una cohorte de ciudadanos probos- -hombres y mujeres, mayormente de uno y otro sexo- -que nada estimen tanto, nada tanto deseen como participar a su manera del sagrado ministerio de la Iglesia y con su dirección y magisterio esforzarse valientemente en propagar, valiente y públicamente, el Reino de Jesucristo. L a juventud y las renovadas asociaciones Así también, de las explicaciones que hasta el presente hemos dado de esa Acción, se deduce claramente, que siendo por su misma, naturaleza enteramente ajena de los partidos políticos, no se le puede encerrar en los angostos confines de las facciones. Mas, aunque los católicos están obligados a obedecer a esta gravísima prescripción, no se les prohibe, con todo, tratar de la política y desempeñar los oficios públicos, con tal que su actuación no disienta de los preceptos de la doctrina; más aún, nada impide que los fieles cristianos pertenezcan a los partidos políticos que les cuadren, a condición de que la acción de los tales en nada se oponga a las Leyes de Dios y de la Iglesia. Fuera de ésto, aunque la Acción Católica, como dijimos, ha de abstenerse totalmente de los partidos políticos, será, con todo, útilísima al bien común de la sociedad, aplicando cuan ampliamente pueda los preceptos de la Religión católica, que son columna y fundamento de la pública prosperidad, y estimulando vivamente el ánimo de los compañeros, a la perfección de la vida cristiana, de tal modo que no sólo favorezcan y defiendan animosamente las utilidades yeríiencias de la Iglesia, sino también estado de la sociedad doméstica; lgunas veces la agitación política ién de cualquier modo a la R e l i las costumbres cristianas, propio cción Católica interponer de tal las jterzas y autoridad, que todos que, si n ánimo concorde, pospues toca tan s y designios de los partidos, gión y mte de los ojos el provecho es de la de las almas, y que con sus suerte sus can. los católicos, tos los interés pmo la acción católica, sesólo tengan una naturaleza propia y de la Iglesia y que ha de cumplir, bien obras lo favor arios géneros de bienes, E n lo demás, as las asociaciones con gún dijimos, ti un intento propio, que constante de así se haga con toe 1 L o cual puede obtener muy bien la acción católica como fácilmente se entiende, procurando formar los ánimos de. los asociados en el sentimiento y la práctica de la vida cristiana. Esto es, excitando a una sólida piedad y a un conocimiento más completo de las cosas celestiales y exhortándoles cuanto puede a la debida integridad de las costumbres, el celo activo de las almas, a la unión estrechísima con los obispos y el vicario de Jesucristo. A esa espiritual institución han de dirigir principalmente su intento 3 fuerzas los que pertenecen a las asociaciones juveniles para que, sirviendo de luminoso ejemplo con las obras de religión y caridad, alleguen jóvenes del todo preparados para las futuras empresas con no escaso provecho de utilidad de la Iglesia y del Estado. Además, puesto que, como advertimos, la Acción Católica h a de avanzar denodada, con cerrado escuadrón de apóstoles, para someter las almas al suave imperio de Jesucristo, ha de sobresalir por la unidad y concordia del gobierno y la perfecta disciplina de todos. L a existencia en una misma orden de ciudadanos de Asociaciones de católicos, con diferente régimen y opuestas entre sí, destruye las fuerzas, disipa la concordia, estorba e impide los felices sucesos, lo cual se ha de evitar con todo empeño. Después de haber tratado, querido, hijo nuestro, con suma brevedad un asunto gravísimo, sólo resta que os exhortemos con ánimo paternal, para que con vuestra inteligente actuación florezca más y más, de día en día, la Acción Católica entre vosotros, y alcance felizmente hermosísimos triunfos del nombre cristiano. Estos deseados éxitos los obtendrá más fácilmente si por la exhortación de los obispos y la obediencia espontánea y pronta de los sacerdotes, así en otras muchas y variadas Congregaciones e Instituciones, que florecen para el bien de las almas y el Apostolado consentanio a la edad, como también en cuanto es posible en cada una de las parroquias los fieles cristianos- -mayormente los jóvenes de uno y otro sexo- -se juntan y recen en renovadas Asociaciones, animados de espíritu religioso y encendidos e inflamados de un celo celestial. Pero no hay necesidad de detenernos mucho y por largo tiempo en exhortar, conociendo bien, como conocemos, los ánimos de la dilectísima nación española, siempre dispuesta, no sólo a obedecer a nuestros mandatos, sino también a corresponder generosa y diligentemente aun a los, deseos. La actividad, d e l c l e r o y la actual v i d a p r o p i a d e paganos ga el sentimiento religioso, cada día empeoré, míseramente la incredulidad y santidad de las costumbres. P o r otra parte, no nos causa escasa pena que en muchos lugares el clero sea insuficiente para las necesidades de nuestros tiempos ya por la seiduidad y excesiva de su número en algunas partes, ya porque no puede hacer llegar a algunas clases de ciudadanos, cuya aproximación se les prohibe, ni sus amonestaciones n i los preceptos de la doctrina evangélica. E s por tanto, sumamente necesario que en nuestra edad sean todos apóstoles; es sumamente necesario que los seglares no lleven una v i d a ociosa, sino que estén prontos a la voluntad de la Iglesia, y de tal modo le ofrezcan sus servicios que, orando, sacrificándose o laborando activamente, contribuyan en gran manera al incremento de la fe católica y a la cristiana enmienda de las costumbres. Como tales serán ciertamente los designios y propósitos que se discutirán en común en vuestras próximas sesiones, no hay duda alguna que tales serán asimismo los frutos saludables, fértilísimos y ubérrimos que de ahí se esperan, para utilidad de la iglesia. y de vuestra Patria. L o cual nos obligamos de corazón e imploramos con i n sistencia del Príncipe de los pastores y obispo de nuestras almas, suplicando el oportuno auxilio. Entretanto, sea auspicio de celestiales gracias y testimonio de nuestra bendición paternal la bendición apostólica, que, tanto a t i querido hijo nuestro, y a toda la grey encomendada a tus cuidados, como a todos los que asistirán al próximo Congreso de Madrid, otorgamos amantísimamente en el Señor. Dado en Roma cabe San Pedro, el día 6 de noviembre de 1929, octavo de nuestro pontificado. -Pío PP. XI. f D i s c u r s o del conde de Rodríguez San P e d r o E l presidente del Comité central de Acción Católica, conde de Rodríguez San Pedro, subió a una tribuna que se había levantado frente al público, y se dirigió a los congresistas. Señaló la gran importancia del Congreso ante la irrupción del paganismo, que obliga a que se cierren las falanges de los católicos ante las reiteradas manifestaciones del Soberano Pontífice y las exhortaciones del cardenal primado y- de todo el Episcopado. H i z o historia de la Acción Católica, que ha de ser individual y cojectiva. Necesita la formación individual, y para ella se precisa valor para resistir a cuantos quieran acabar con. nuestros cuerpos. Este valor no ha de ser el de Pedro al defender con su espada al Mesías, sino el que se necesita para declarar a Jesús. Este es el único valor que no ha de tener límites, que falta a l a sociedad y aun a nosotros mismos. Terminó diciendo: O r a d y velad para no caer en la tentación. D i s c u r s o del obispo de M a d r i d Alcalá A l levantarse a hablar el Sr. obispo de Madird- Alcalá fué acogido con grandes aplausos. Ocupó la tribuna el D r E i j o y comenzó diciendo que el fuego sagrado que culminó en las fiestas del jubileo de S u Santidad tenía que manifestarse en E s p a ña con más altas y vivas llamas que en otro pueblo alguno de la tierra. L a adhesión al Soberano Pontífice- -siguió diciendo- -es la característica del catolicismo. España- -continuó- -es conocida en el mundo entero y a través de los siglos con el nombre de la nación católica y se caracteriza por el más puro amor filial al representante de Dios en la tierra. Recuerda después el cuadro del joven sa- Conocemos asimismo la inteligente actividad del clero y ardor apostólico de los obispos. Y a veis a qué tiempo hemos venido a parar y qué es lo que como a voces piden. P o r una parte, sentimos que la necesidad humana esté a menudo harto destituida del espíritu cristiano y ordinariamente se lleve una vida propia de paganos; que en muchos ánimos languidezca la luz de la fe católica y, por, consiguiente, casi se extin-

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