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ABC SEVILLA 05-12-1929 página 44
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  • EdiciónABC, SEVILLA
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Para hombres Recomendamos a todas las personas que tienen interés por Camiones y Ómnibus industriales visiten nuestro stand en la Ayer, ventrudo; hoy, enjuto; es que uso la F a j a de Justo. Carmen, 10, c. EXPOSII ITERilIOIDL I BIBSELSRfl Palacio de Comunicaciones y Transportes (Sección Alemana) donde tenemos expuestos algunos chassis y ómnibus BUSSING con los últimos adelantos y oerfeccionamientos no alcanzados por ninguna otra marca. Para m á s detalles, d i r í j a n s e a PARTICULAR D E enfermedades de la piel, del pelo, secretas, vía; urinarias, debilidad e in sensibilidad sexual, etc. en casa del m é d i c o director de la Consulta de San Juan de Dios. De 3 a 6. Cañizares, 1, pral. esquina calle Atocha. 28. De provincias, por carta. CONSULTA 6 ptas. m 2. Esteras mitad precio. Serra. T. 14532. Fuentes, 5. S. Bernardo, 2 L I N Ó L E O ül Sociedad Anónima ZENKER. Madrid. Alcalá, 33. Bonitas SORTIJAS s í m i l brillantes, con 50 de rebaja. 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Gabriel de Espinosa la reconoció, tembló y se hizo atrás. ¡Mirian! -exclamó. -Pues bien, sí, no quiero mentir m á s no quiero encubrirme m á s no tengo necesidad de mentir ni de encubrirme. ¡Sí, yo soy tu esposa, Sayda M i r i a n 1 ¡T u esposa ante Dios y ante los hombres, a pesar de tus traiciones, a pesar, del Papa y del mundo entero! ¡L a sultana Sayda Mirian, que se acuerda de que es africana, de que la debes la vida, de que la perteneces entero! ¡L a sultana Sayda M i r i a n a la que siempre encontrarás a tu lado como la encuentras ahora, si no la matas, en lo que la harías un favor! ¡L a sultana Sayda M i r i a n que no ha podido hablarte cuatro palabras sin decirte: ¡Y o soy M i r i a n que te ama, a pesar de tu desagradecimiento y de tus traiciones! j Q u e viene aquí a ponerse a tu paso, a irritarte, a obligarte a que la mates, porque prefiere morir a verte esposo de otra, mujer! -Y o no soy un hombre- -dijo Gabriel de Espinosa, dominado por la pasión que emanaba de la m i rada, de las palabras, de la actitud de Sayda M i r i a n -Sí, es verdad- -dijo M i r i a n- t ú no eres un hombre, tú eres una fiera, que ni aun tiene amor a sus hijos. -i Y o soy R e y! Y o me debo a mi reino, que sufre a un señor e x t r a ñ o mi casamiento con esa mujer es una necesidad; por ella obtendré todo el favor de la R ública, porque ella es hija del senador. Barfemeat del poderoso Barbarigo, que dispone de los destinos de la República, ¡Mientes! ¡Calumnias al generoso anciano que ha arrojado de sí a su hija Estéfana, avergonzado de ella! ¡Mientes y calumnias a tu reino, porque el noble reino de Portugal vería con placer y sobre su Trono a la mujer que todo lo ha sacrificado por su Rey, que se lo ha salvado, que se lo ha conservado! ¡Pero mientes! T ú no eres Rey, t ú no tienes del Rey don Sebastián más que la semejanza; el Rey don Sebastián murió en Alcazarquivir; t ú has sido un villano, y un Rey no incurre jamás en una villanía. Gabriel de Espinosa se puso encarnado hasta en l o blanco de los ojos e instantáneamente pálido, con l a densa palidez de la cólera, llevó instintiva, y enérgicamente la mano a su puñal. ¡Sí, mátame! -dijo M i r i a n- Eso es lo que deseo; a eso he venido a q u í no importa qué nuestra hija quede huérfana, porque el noble Barbarigo la ha obtenido la generosa adopción de la República de ¡Venecia. ¿Qué hombre es ese? -dijo Gabriel de Espinosa al ver cerca de M i r i a n a Yezid, que al poner Espinosa Ja mano en su puñal se había acercado. ¡Y o soy Yezid el africano; Yezid, que se acuerda ¡de lo que era hace diez y siete años la sultana Sayda M i r i a n y ve lo que es ahora! ¡Y o que por respeto a la sultana y estando ausente el emir Sidi- Yhaye, he debido pedirte cuenta de lo que has hecho, seas quien fueres! ¡Y o que no te he dado el castigo que mereces, porque la sultana ha detenido mi brazo, porque l a infeliz te ama y yo soy su esclavo! ¡Yezid! -exclamó Sayda M i r i a n mientras G a briel de Espinosa callaba, porque la terrible violencia de su cólera le enmudecía- ¡Yezid, vete! ¡No! -exclamó Yezid- N o me aparto de aquí hasta que ese hombre haya dejado de amenazarte sultana. -i Vete! -dijo Sayda M i r i a n- ¡R e t í r a t e! Gabriel es demasiado noble, demasiado valiente para ensan- grentarse en una mujer. Yezid se retiró lentamente y murmurando, como el mastín a quien su amo contiene. -H e aquí a lo que hemos llegado- -dijo Sayda M i- r í a n- pero yo no lie traído a ese hombre no, para

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