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ABC SEVILLA 26-01-1930 página 11
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ABC SEVILLA 26-01-1930 página 11

  • EdiciónABC, SEVILLA
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planeta a razón efe 30 kilómetros (30.000 metros) por segundo, casi en e) mismo sentido, debemos sumar las dos velocidades, por lo cual resulta una velocidad compuesta e igual a 30463 metros por segundo. Cuando en virtud de la rotación alcanzamos la situación B, acaba para nosotros la noche y empieza el día; pero obsérvese que, desde dicha situación B hasta llegar de nuevo a la situación A. (tiempo en- que está el sol sobre núes- tro horizonte) nos moveremos, con la T i e r r a en sentido contrario a como nos hemos movido de A a B; es, pues, un movimiento contrario al de traslación, y los 463 metros de velocidad de rotación habrá que restarlos de los 30.000 de traslación; asi la resultante será de 29.537 metros P segundo. L a diferencia entre la velocidad que llevamos de noche y la que alcanzamos de día es de 926 metros, o, lo que es igual, casi im kilómetro por segundo. U n profesor de Mecánica, u n físico o un astrónomo dirían que la velocidad de traslación de la T i e r r a se compone con l a velocidad tangencial de r o tación, y que ésta se añade a la primera durante la noche y se resta durante el día. U n a composición análoga de Velocidades nos explica la inmovilidad del proyectil que sale de la boca del arma con una velocidad i n i cial de 463 metros por segundo, disparado en sentido contrario al del movimiento de rotación de l a T i e r r a que, como hemos visto, lleva la misma velocidad. or Nos. permitimos advertir al señor duque de... que no creemos en el yácío absoluto, n i siquiera en el vacío. Esto será objeto de a l gún artículo especial cuándo le llegue la vez en nuestras charlas sobre las radiaciones, particularmente sobre las cósmicas, respecto de las cuales hay mucho interesantísimo que discurrir. Sobre la dificultad de comprender que no sea vertical la trayectoria recorrida por una pelota lanzada al aire verticalmente, no tenemos que decir a los amables comunicantes sino que examinen la fig. Xc, en l a cual podrán ver una exp icación clarísima. L a noción de vertical es, asimismo, r e l a t i v a dos verticales que disten 9 0 una de l a otra son lineas perpendiculares entre si. U n a consecuencia de esto es que las verticales en todos los puntos de nuestro horizonte visible y de nuestro horizonte racional, sean, respeco FIOURA X D C U A N D O U N R A Y O D E L U Z D E U N A E S T R E L L A S A L E D E L C A M P O D E A T R A C CIÓN S O L A R L A D I R E C C I Ó N- R E C T I L Í N E A Q U E T O M A ES L A D E L U L T I M O E L E M E N T O D E C U R V A E N Q U E SE H A L L A B A A L A B A N D O N A R E L CAMPO VK- URA X E LA P Í E U R A S A L E D E L A O N D A L Í N E A R E C T A Y E N L A D I R E C C I Ó N M A R- CADA POR E L U L T I M O E L E M E N T O D E C U R VA RF. CORRJDO tivamente, oblicuas y horizontales con relación al lugar que nosotros ocupamos en l a superficie terrestre. Respecto de la inflexión de los rayos l u minosos por influencia de un campo de atracción, hemos de añadir muy poco a! o ya dicho en E l peso de la l u z E l tema es muy a propósito para hablar extensamente; pero 3 a comprensión del fenómeno se facilita examinando unos momentos las figs. Xd y Xe. E l d i b u j o del señor duque de... es erróneo. E l rayo que sale de la influencia, de un campo de atracción, acaba de describir una curva cuya concavidad mira al cuerpo productor del campo; al salir de éste, la luz vuelve a su dirección rectilínea; pero esta dirección no puede ser otra que la del último elemento de curva recorrido. El señor duque de... comprenderá fácilmente, considerando dos estrellas (fig. Xd) en lugar de una, que i los rayos hubieran de seguir la dirección que él supone, doblándose los de E hacia la izquierda de! ú tirrio elemento de curva, y los de e hacia la derecha, jamás las ondas procedentes de ambos astros coincidirían en un punto, T, de la T i e r r a y, por tanto, dejarían de ser visibles para nosotros. L a d i rección de la piedra lanzada por la honda (fig- Xe) es la del elemento de curva en que aquélla está en el instante en que el hondero suelta la rama libre. E n cuanto a la velocidad de la luz y a su medida, a la atmósfera y espectro de los astros y otros pormenores que hasta aihora no ¡han sido tema de estos artículos, recomendamos a varios de nuestros comunicantes los experimentos del día en el Observatorio de Monte Wilson, las notables investigaciones de Míchelscn y la obra de Stórmer, Del espacio al átomo, de la cual hay una traducción francesa del mismo autor y de Boutaric, publicada por A l e a n (1029) Y ahora, puesta la mano sobre el corazón, prometemos no reincidir. Amén. PELAYO VTZÜETE

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