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ABC SEVILLA 20-03-1930 página 17
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ABC SEVILLA 20-03-1930 página 17

  • EdiciónABC, SEVILLA
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A B C. J U E V E S 20 D E M A R Z O D E 1930. EDICIÓN D E ANDALUCÍA. P A G 17. tierro. Ocupaba Su Alteza un coche de P a rís, de gala, con correo de gabinete, y le acompañaba una sección de la Escolta Real, mandada por el comandante Sr. Fernández de Córdoba. D e caballerizo iba el señor Dorado. L a Banda de música de Saboya interpretó la marcha de Infantes, y la de A l a barderos la Marcha Real fusilera. Su Alteza vestía uniforme de Caballería. E l aspecto de la explanada, momentos antes de ponerse en marcha la comitiva, era imponente. Confundido con las representaciones que acudían para asistir al entierro, se hallaba el infante D Alfonso de Orleáns, con uniforme de aviador. L e acompañaban varios jefes y oficiales de A v i a ción. aproximada, de los millares de personas flue durante la mañana desfilaron por la capilla ardiente. Su Majestad el R e y asiste a la última misa U n altar enlutado, con un sencillo crucifijo de plata, se ha alzado en la capilla ardiente; otro crucifijo, de talla policromada, abre sus brazos a la cabecera del túmulo; paños negros revisten todo el zócalo; sobre esta nbta doliente resalta una llamarada roja y amarilla, son los colores de la bandera que envuelve el ataúd, y al pie del túmulo, y apoyadas en las paredes y puestas en las columnas y en las puertas y en los ventanales, muchas coronas, las más con la armonía de los colores patrióticos, otras con el morado de los lirios y los pensamientos. H a entrado Su Majestad el Rey y ha ocupado un reclinatorio al lado del Evangelio; detrás se sienta el Gobierno; enfrente están los parientes del finado y una multitud en l a que hay uniformes militares, se aprieta a ambos lados del catafalco, graves los semblantes, algunos rostros arrasados por llanto silencioso. Relucen junto a los cirios las alabardas que llevan grabado en la moharra A l f o n so X I I I y unos ujieres, con hachones, ponen su nota modestamente civil junto a la prestancia hierática de los alabarderos. H a y olor de flores marchitas; la muchedumbre, al moverse, ha matado y pisoteado luego claveles y rosas. E l suelo está alfombrado de sus pétalos; otras flores se desprenden en guirnaldas de las coronas monumentales, con la impresión de floridos ¡sauces que lloraran. Cinco focos de luz refuerzan la triste y débil de un día nublado, y de ella se aprovecha una batería de fotógrafos en líneas, para guardar la imagen de la dolorosa solemnidad, grabando primero el túmulo y luego el Rey. T e r m i n a la misa. E l obispo de Sión, oficiante, reza las oraciones al pie del altar; contra l a costumbre de hacer responder in péctore, sueña esta vez en todos los labios el augusto ruego: Padre nuestro... Despeja el público la sala; llegó el moi r i n t o en que el glorioso finado ha de emprender el último viaje. Suenan en el exterior los pífanos, que tocan l a Marcha Gran a d e r a E l armón de Artillería rebota con ruido; junto a l a puerta, en grupo aparte, están, mudos y abstraídos, todos los ministros de l a Dictadura y sus figuras más releyantes. P o r la obscura entrada aparece el féretro, á hombros de muchos leales que se disputan el honor de sentir, también en lo físico, la pesadumbre de la muerte, y una voz v i brante, incoercible, dominadora, g r i t a ¡V i va el salvador de España! U n a mujer solloza a nuestro lado... Primo de Rivera, Carmen y José María Jardón; L a guarnición de Burgos, al general Primo de R i v e r a Fernando Espinosa de los Monteros; al excelentísimo señor teniente general marqués de Estella; Los generales, jefes y oficiales de Ingenieros de la Comandancia de la Región; A l general P r i mo de Rivera, la Infantería de V i t o r i a A l marqués de Estella, salvador de España, los amigos de la villa de Castellón; Gratitud de muchos españoles vinarocenses, al marqués de Estella; A l marqués de Estella, el conde de Esteban Collantes; A l marqués de Estella, los diputados provinciales de M a d r i d A l general Primo de Rivera, sus buenos amigos Fernando y Sósthenes B e h n E l Ayuntamiento de Jerez, a su hijo ilustre (esta corona era de flores artificiales, con una cinta de seda de los colores nacionales y la dedicatoria en cinta negra) Isabel P de L a M a d r i d Los Previsores del Porvenir, a su ilustre coasociado general Primo de R i v e r a Las alumnas de su hija Pilar, no le olvidan; Los jefes, y oficiales de la Brigada de Húsares, al excelentísimo señor general Primo de R i v e r a A l general Primo de Rivera, el A r m a de Infantería (corona de flores naturales, azucenas, claveles, etc. y cinta de los colores nacionales) A nuestro entrañable amigo, familia Zabalz a E l Real Aéreo Club de España, a su socio de honor el marqués de Estella; A su antiguo teniente coronel, los Cazadores de Talavera número 18; E l Casino de Clases de Valencia, al general Primo de R i v e r a L a Unión Patriótica de Jerez de la Frontera, a su querido e inolvidable jefe; A l ilustre patriota, salvador de España, último tributo de amistad, María; E l muy Ilustre Centro Gallego de la Habana, al patriota general Primo de Rivera (corona de bronce) A l ilustre general Primo de Rivera, la Cámara Española de Comercio de Nueva Y o r k y la Unión Patriótica de la H a bana. f E l féretro es sacado de la capilla ardiente. E l armón Minutos después de las once el féretro fué sacado de la capilla ardiente, para colocarlo en el armón de Artillería y precederse acto seguido a la organización del cortejo fúnebre. Llevaban a hombros la caja con el cadaver el ex director de la Exposición Iberoamericana, Sr. Cruz Conde; el ex presidente de la Diputación provincial de Sevilla D. Pedro Parias, el comandante Monís, el capitán Sartorius, el ayuda de cámara del finado, Polo, y otras personas. E n el momento de sacar el féretro a la explanada, se dio un viva al Rey, que fué calurosamente contestado. También hallaron respuestas entusiastas otros vivas al general Primo de Rivera, al salvador de España, al vencedor de Alhucemas y a España con honra. Los miles de personas que se aglomeraban en la explanada, vivieron unos instantes de. verdadera emoción. E l ataúd, envuelto en la bandera española, fué colocado en el armón de Artillería. Encima de la caja se colocó únicamente la palma de bronce dedicada al finado por el embajador de España, en París, Sr. Q u i ñones de León. Llegada y despedida del R e y A l llegar S. M el Rey, en automóvil, para oir misa en la capilla, acompañado de su ayudante contraalmirante Sr. E n r i le, el público, aglomerado en el paseo de San Vicente, le ovacionó. E n la explanada de la estación rindió honores al Soberano una compañía del regimiento de Saboya, con bandera y música, y a la entrada de la capilla ardiente estaba formado un zaguanete de Alabarderos. Allí recibieron a Su. Majestad los hijos del finado D Miguel y D José Antonio; el hermano D. José, el presidente del Consejo de ministros, que lucía el uniforme de gala del Cuerpo de Alabarderos; el m i nistro de l a Gobernación y el director general de Segundad. E l Soberano vestía uniforme de paño, con capa y gorra de plato. Cuando Su Majestad abandonó la. capilla ardiente, después de 1 a misa, iba v i siblemente conmovido. E n la puerta el M o narca reiteró el pésame a la familia del finado. A l partir, en el automóvil, el público ovacionó al Soberano. E n aquellos momentos se recibió de P a lacio una gran corona de violetas, dedicada por Sus Majestades los Reyes. También siguieron recibiéndose muchos ramos de flores. Traslado del cadáver a la Sacramental de San Isidro Las cintas del féretro Y a el féretro en el armón se organizó la comitiva. Ello costó gran trabajo, dado el imponente gentío que se había ido aglomerando y que deseaba acompañar los restos. Abría marcha una sección de la Guardia C i v i l de Caballería, seguían cuatro piezas de Artillería montada, los caballos de silla- del finado, llevados por sus servidores; un p i quete de cada uno de los Cuerpos, al mando de un coronel. L a carroza fúnebre, un furgón automóvil, del que pendían varias coronas, destacándose en lugar preferente la del R e y siete landos llenos de coronas, las Cofradías de las Sacramentales con sus respectivas Parroquias, figurando en el lugar de preferencia la de San José, como Parroquia del finado, con Cruz alzada; ei Clero castrense y los profesores y alumnos del Colegio de Huérfanos de María Cristina, de cuya Junta Directiva era presidente el general Primo de Rivera. Iba a continuación el armón de Artillería conduciendo el féretro. Llevaban las cintas el general Burguete, como teniente general más antiguo; el Sr. Biondi, por los almirantes y vicealmirantes; el Sr. Duran de Cotes, como consejero de Estado; el marqués de Cavalcanti, como caballero de la Real y Militar Orden de San Fernando; el duque de Vistahermosa, por la grandeza de España, y el general Martínez Anido, como ex ministro de la Corona. Escoltando el ataúd daba guardia de honor especial una compañía del Real Cuerpo L a comitiva. A n t e s de entierro. E n Ja explanada de la estación A las ocho de la mañana, centenares de personas se agrupaban tras la verja de l i estación del Norte, en el paseo de San V i cente. E l aspecto de los alrededores era muy animado. Poco a poco, a medida que iban llegando las personalidades para oír las misas en la capilla ardiente, el público fué aumentando y a las diez era numerosísimo. Insuficiente la capilla ardiente para contener tantas coronas como se recibían, se fueron colocando las últimas en la acera del nuevo sector del edificio de la derecha, donde estaba el cadáver. Allí se hallaban las que tenían las dedicatorias siguientes: L a Comandancia General de Somatenes de la Región; E l Círculo Lebrero, a su vicepresidente honorario; Arcos de la Frontera, a su bienhechor; Las clases de segunda categoría de la Brigada de Húsarcs. a su querido general; A l insigne y llorado general E l infante d o n Fernando Además del zaguanete que rindió honores al cadáver, concurrió al entierro una compañía de Alabarderos, al mando de! oficial mayor, conde de Santa A n a de las Torres, con Banda de música y pífanos. Los alabarderos formaron frente al ala del edificio de la estación, donde estaba la capilla ardiente. A las once menos cuarto llegó a la explanada, con su comitiva, el infante don Fernando, representante del Rey en el en-

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