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ABC SEVILLA 01-05-1930 página 45
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ABC SEVILLA 01-05-1930 página 45

  • EdiciónABC, SEVILLA
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SUBASTAS Cumpliendo lo ordenado por la Dirección de este benéfico establecimiento se celebrarán en los días 8, 9 y 10 del mes de la fecha, a las dos de l a tarde, en la Casa Central, San José, Í 7, subastas de A L H A J A S correspondientes a los empeños verificados en el mes de octubre de 1928 en dicha Casa Central, Subcentral y Sucursales, y en los días 15 y 16 y 22 y 23, también del actual, a la misma hora, y en el citado lugar, las de R O P A S Y OTROS E F E C T O S pignorados en el mes de julio de 19 29, en las expresadas dependencias de esta institución. L o que se hace público para general conocimiento, y con el fin de que a las mencionadas subastas concurra el mayor número posible de lieitadores. Sevilla 1. de mayo de 1930. E l Secretario- Contador, MANUEL AUTBEO. necesitamos en toda España, ramo perfumería. E s c r i b i d Laboratorio Freixinet, Apartado 2, Sarria, Barcelona. AGENTES lUN MILLÓN D E TRAJES! CABALLERO e SO pesetas PARA NIÑO desde S O péselas A r t í c u l o s jaara viaje Cuidará de sus intereses comprando en casa Es Ja más hermosa de las revistas, su ya larga colección constituye la ejecutoria de una historia de arte y buen gusto, constantemente mantenida y en todo momento acrecentada Ir LA OBRA MAESTRA MAQUINA PARA OFICINA BUENA, BONITA Y BARATA POR CINCO PESETAS SEMANALES Casa ALICANTE IMPORTADOR Apartado S 6, Alicante. BUSCAMOS AGENTES que compren un modelo. rústicas en toda España, compro e hi poteco. J. M Brito, Alcalá, 94, Madrid, r m K o i a a n Plaza del P a n 3- S E V 1 L L A Se veiíde en EL HOG R E PAÑOL tocia; España al Sociedad CooperativaAde CréditoSHipotecario- Madrid P r é s t a m o s a interés módico, dando facilidades para precio de los de construcción. Agencias: en Barcelona, Mallorca, 198, y en S E V I L L A C A L L E Z A R A G O Z A 19. Sí FERNÁNDEZ Y GONZÁLEZ EL PASTELERO DE MADRIGAL 549 eterna corona que les ha dado Dios. ¡A h! Me miran... comprenden mi dolor y me perdonan... ¡N o fui yo... fué el Rey... Ellos lo saben y me perdonan... ¡Sí... me perdonan... Y; don Rodrigo se dejó caer, jadeante, moribundo, sobre las almohadas. Por un momento, Yhaye miró de una manera profunda a don- Rodrigo de Santillana. Luego alzó a María, la besó en la frente y la retuvo asida con uno de sus brazos, inclinándose con ella sobre el semblante del moribundo. ¿Oís, Santillana? -dijo con voz solemne Yhaye. -Sí... -contestó con acento apenas perceptible el alcalde. -Dicen- -prosiguió Yhaye- -que el Dios Altísima, único y misericordioso, deja ver una visión de la eternidad al pecador que muere arrepentido de su culpa. ¿Estáis vos arrepentido de la vuestra, don Rodrigo? -i O h Sí... sí... -contestó débilmente Santillana. -Tú, juez, ¿estás seguro de que el dolor, de que el terror que has sufrido por tu culpa es tan grande como la culpa misma? ¡O h i S í- -terrible! -Pues bien; no quiero llevar a mis últimos instantes el remordimiento de haber sido cruel con un. hombre a quien ha matado el remordimiento. María, la esposa del Rey don Sebastián, grande, magnánima, generosa siempre, te lia perdonado a! morir loca de dolor, entre mis brazos. -I Ah... -exclamó Santillana- Bendito; seáis vos, monseñor, que me habéis traído, con el perdón de esa mártir, la confirmación del perdón qué Dios me ha dejado ver en una visión de la eternidad. María... hija m í a vive, vive para ser la m dre de esos huérfanos... Dios... la eternidad... Y don Rodrigo calló, para no volverla hablar más. Algunos momentos después, rodeado d é l o s religiosos que le auxiliaban, y asidas ambas manos a las manos de Yhaye v de María, murió. A l día siguiente fué enterrado con gran pompa en la cercana iglesia de San Pablo, freíate a la tumba donde había sido enterrado, cuarenta y cinco años antes, el otro tremendo alcalde de casa y corte, RoIrigq de Ronquili V valgo, porque nos está prohibido a todos entrar en estos momentos; decid, os ruego, a la señora doña María que acaba de llegar la persona que viene de Venecia. ¡Oh, y con cuánto afán esperaba el señor don Rodrigo a esa persona! -dijo el fraile, que era un religioso francisco de los hábitos azules- ¿Dónde está ese señor? -Aquí me tenéis, padre- -dijo Abeu- Shariar. -Pues venid, venid al instante, que no parece sino que traéis al moribundo la salvación de su alma según pregunta con grande afán, a cada momento, si ha venido el- de Venecia. -Pues entremos cuanto antes, que no son éstos momentos de esperar. -Entremos. Entraron. Era. la misma cámara donde, más de un año hacia, reconoció don Rodrigo de Santillana a su hija sólo con verla. A l fondo de ella se veía el mismo lecho entre cuyos cortinajes había ocultado don Rodrigo a Mari Galana. Sólo había de nuevo en la cámara un altar, y sobre el altar un crucifijo, alumbrado por seis blandones de cera amarilla. Olía fuertemente a enfermo; más que a enfermo, a moribundo. Junto al lecho había dos frailes: el uno de pie a un extremo de él; el otro sentado en un sillón, a la cabecera. E n un sillón, a alguna distancia del lecho, con la cabeza inclinada, las manos cruzadas y abandonadas sobre las rodillas, y completamente vestida de negro, había una mujer. No se oía otra cosa que el zumbar del viento desenfrenado, el retumbar del trueno, que rugía de tiempo en tiempo; el continuo caer del aguacero sobre la techumbre de plomo y un gemido sordo, ronco, inarticulado, que salía incesantemente de entre lo cortinajes del lecho. E l fraile francisco que servía de introductor a Yhaye se acercó a la mujer que lloraba doblegada sobre el sillón, y habló con ella algunas palabras en voz baja. Apenas la mujer oyó aquellas palabras, se levantó de una manera violenta, miró en torno suyo, vio a Yhaye, y se lanzó a él. Aquella mujer era María de Santillana. ¡Dios os envía! ¡Dios no ha querido que t a r d é i s! Dios os pague vuestra caridad! -exckmó.

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