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ABC SEVILLA 25-06-1930 página 3
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MADRID- SEVILLA 25 D E U N Í O D E 1 930. NUMERO 10 C T S SUELTO DIARIO DO. N. ILUSTRAVJGE f tí? y? AÑO 8.579 SIMOSEXTO REDACCIÓN: PRADO DE SAN SEBASTIAN. SUSCRIPCIONES Y ANUNCIOS: MUÑOZ OLIVE. CERCANA A T E T U A N SEVILLA V U E L T A A LO GIONAL Interpretaciones RE- E n esto del regionalismo se usa expedir títulos en favor y en contra con la mayor facilidad del mundo. Como si se pudiera pasar por alto a la misma Naturaleza. Se es regionalistacomo se es religioso o aficionado a la música, o sea por mandato de una fatalidad. H a y quien me adjudica a mi la condición de enemigo del regionalismo, cuando es lo cierto que me he criado dentro de lo regional, que siento como nadie lo regional, y que, después de v i v i r cien años en un ambiente metropolitano y cosmopolita, no conseguiría extirpar ese fondo regional que existe en la base de mi ser. Y en cierta hora de mi vida he compartido, además, los excesos del regionalismo hasta sus más extremas consecuencias. L o cual me otorga un conocimiento de la cuestión que otros desconocen. Y me permite ver sus gravísiCambia el aspecto de las grandes nacionamos riesgos, allí donde otros sólo aciertan lidades, y es lógico que cambie también el de a contemplar inocentes juegos de folklore, las regiones. Pero transformarse no signicomo si estuviéramos todavía en la zona rofica desaparecer. L o regional, si cambia, no mántica del siglo x i x se extingue. H a y una virtud profunda en la E l regionalismo se precipita en. el nacio- tierra que da un indeleble carácter diferennalismo, si- los encargados de su manejo cial a las cosas y a los habitantes, resistente espiritual no saben frenar a tiempo. De ahí a todas las invasiones imaginables. Cada que en un trabajo reciente me refiriera yo tierra tiene un acento particular, y a veces a la irahisson des clores. Los intelectuales de lo de menos suele ser el idioma que se habla. Catahiña han abandonado su puesto de res- Asturias, que no alardea de personalidad ni ponsabilidad, y han permitido que las cosas de separatismo, hablando en castellano apafueran tan lejos, tan por el- camino de lo rece tan original y caracterizada, tan difeirreparable. E s verdad que se han visto apo- renciada como la provincia de L é r i d a hayados por esta blandura- inexplicable que se blando exclusivamente en catalán. L o que apodera de E s p a ñ a desde hace algunos años, hace a las regiones, como a las naciones, es esta dejación colectiva que está convirtienel acento. Antes de que en la alta Edad M e do a nuestra nación, espiritualmente, en una especie de balsa sin gobierno ni rum- dia se formase la lengua catalana, los catabo, flotando tan contenta y descuidada en lanes hablaban el latín con fuerte acento catalán, y antes aún, en la época prerromana, medio del temporal de la Historia. hablarían alg ún lenguaje de posible raíz Los exaltados del regionalismo se revueleuskérica con el mismo fuerte acento cataven contra mí, por ejemplo, para acusarme de querer ahogar o extirpar las caracterís- lán. Y al decir acento no me refiero solamenticas regionales. Algunos vizcaitarras me te a la música del habla, sino al tono de la llaman traidor, y para recalcar bien el u l- vida entera. De igual modo los andaluces de traje dicen que soy un españolista Por- Tartesos o de Itálica hablarían el ibero, el que, según ellos, el verdadero vasco no pue- fenicio o él latín con acento andaluz, con un de ser más que vasco a secas, y para ser gracioso ceceo. Y ahora mismo, ¿h a y nada vasco a secas hay que ir contra España. con tanto carácter regional como esa coE n cuanto a Barcelona, allí soy, simplemen- marca del bajo Guadalquivir por donde han te, un castellano; es decir, un extraño, un transitado sin resistencia todos los invasores extranjero. Este resentimiento se funda en y todas las civilizaciones? Hasta la raza tiela creencia de que lo español es adversario ne allí un fuerte acento. Para comprobarlo, de lo regional, y que si lo regional está per- acerqúense a ver los vaqueros a caballo que diendo en categoría o transformándose, ra- acuden a la feria de Sevilla. ¿Q u é cosa tan dicalmente, ello se debe a una acción pre- extraordinariamente caracterizada y acentuaconcebida y ensañada del espíritu absorben- da puede haber en el mundo como el torero? Y el torero es una creación andaluza. Pero te de E s p a ñ a Pero es una excesiva malicia el acusar a no se olvide, además, que la Andalucía occiE s p a ñ a d nación violentamente unificado- dental ha sellado con su fuerte acento a la ra y niveladora. Compárese la conducta es- América española. pañola con el sistema inflexible, implacaEÍ tema es para mí peligroso, en el sentible, de Francia, o con lo que hace Italia con sus territorios eslavos y germánicos do de que, si me dejase llevar por mi gusto, incorporados, o con lo que hizo Inglaterra no terminaría nunca. L o admirable, en fin, con Irlanda. Dentro de lo generalmente usa- ería que lo regional y lo español pudiesen do por las grandes nacionalidades, la i la- llegar a una avenencia. Para esta avenencia nera española puede llamarse benigna. L o (conviene señalarlo bien) la iniciativa y las que hay- es que el sentido de lo regional, por concesiones mayores deben partir del lado tener que obedecer a las leyes de la c i v i l i- regional, puesto que la intransigencia y agre- zación moderna, está cambiando de forma. Los fervorosos de la inmutabilidad de las formas comarcales culpan a E s p a ñ a de esc resultado; los vasquistas, por ejemplo, se lamentan de que vaya borrándose aquel tono patriarcal y bucólico que tenía el país vasco, y de que el vascuence pierda terreno ante la invasión del castellano. Pero E s p a ñ a no ha hecho nada de excepcional por la decadencia del vascuence; es la codicia vasca la culpable del estrago. Porque los mismos vascos han llenado su país de fábricas, m i nas, grandes puertos, altos hornos, balnearios, hoteles, casas de juego, sin querer acordarse de que todo eso necesitaba el concurso de fuertes masas de operarios y negociantes forasteros que hablan en castellano, y está suficientemente comprobado que el vascuence, por causas que no son del caso no resiste la competencia con un idioma culto; se retira y desaparece. Los vascos adinerados son los que más exageran las reivindicaciones vasquistas, cuando a ellos corresponde la mayor responsabilidad en el cambio que el país ha sufrido. sividad está del lado de lo regional. Fuera del breve período de l a Dictadura, en E s paña moderna no hay la menor voluntad i n vasora o autoritaria, sencillamente porque desde hace algún tiempo la intelectualidad española carece de intención nacionalista, y hasta puede considerársela como antinacionalista. E n cambio, la intelectualidad catalana es extraordinariamente nacionalista, tan furiosamente patriotera como el mismo fascismo. E l l a debería condescender. A ella le corresponde la responsabilidad del momento, puesto que está en su mano todavía la posibilidad de frenar. JOSÉ M SALAVERRIA LA L U C H A CONTRA E L FASCISMO ¿Oficiosidad o propaganda? E n esa rivalidad entre italianos y franceses, que cada día reviste m á s acritud, y que no es temerario pensar que puede acabar en un conflicto bélico, la tarea de replicar en términos de violencia o de burla a Mussolini no ha sido asumida por los periódicos de P a r í s sino por cierto número de publicaciones y de personajes españoles, que se han considerado en el deber de censurar los discursos amenazadores de Florencia y de Milán. L a Prensa- francesa suele, aun sin censura, obedecer, las indicaciones gubernamentales en estas delicadas materias. P o r prudencia, por discreción, por conservar en el terreno moral l a ventaja de la actitud paciente, el Gobierno francés ha preferido abstenerse de comentar aquellas arengas en que. con poco disimulo sede amenazaba. A! mis- rao tiempo, es claro; realiza preparativos militares tan considerables, que se habla de seis m i l miñones de francos, invertidos secretamente en armamentos por el GabineteTardicu. L o que no hace es envenenar e l ambiente hostilizando verbalmente a M u s s o- lini. S i las cosas llegan a un punto en quesea preciso romper con él en forma violenta lo h a r á ciando haya agotado todos los me- dios de evitar el conflicto. Pero, por lo pron- to, en Francia no se hostiga al jefe del G o bienio italiano, no se le hace objeto de bur- las y denuestos. E s a misión está ejerciéndola espontáneamente una parte de la Prensa de nuestro país. Y es para preguntarse a qué finalidad responde semejante campaña, desatentada y pe- ligrosa. Porque si hay alguna nación contra la que Mussolini no haya hecho ninguna, manifestación de hostilidad es la nuestra. E n la Prensa italiana no aparecen j a m á s artícu- los contra E s p a ñ a ni contra sus personajes v políticos responsables. Como en rigor aque- líos periódicos, si bien no están censurados se hallan sujetos a una suerte de control gubernameníal, cualquier expresión mortifi- cante contra E s p a ñ a que insertasen r c e s tiría importancia, en cuanto implicaría- a inducción o el consentimiento del régimen que allí gohíerna. Pues por eso mismo, porque en países donde la Prensa no disfruta de hecho o de derecho plena libertad, siempre.

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