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ABC SEVILLA 22-07-1930 página 3
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MADRID- SEVILLA 22 D E J U L I O D E 1930. NUMERO S U E L T O 10 CTS. REDACCIÓN: PRADO D E S A NSEBASTIAN. CERCANA ABC SUSCRIPCIONES Y A TETUAN, SEVILLA DIARIO ILUSTRADO. A Ñ O VIGES 1 MOSEXTO N. 8.602 a MUÑOZ OLIVE, ANUNCIOS: ese billar papal de Castel- Gandolfo h u- telescopio que S u Santidad h a recibido de biera, existido. H a subido a l a silla de P e- Londres. Desde l a torre del palacio mira el dro este Papa de profunda piedad, cuya con- Papa l a costa de Ostia y l a hace ver a sus versación es extraordinaria, cuya mirada amigos. Se observan a l a perfección tres es viva y alegre, cuyo carácter siembra l a hermosos bajeles pontificios, que vienen de amenidad y confianza en torno, cuyo hu- Civitavecchia. mor es entretenido, campechano, desdeñoSe distinguen sus pabellones, sus castiso de la etiqueta. E s un bolones de me- llos, sus tajamares, sus bandas de cañones Dicen que Pío X I se va a Castel- Gandolfo diana estatura y cuerpo lleno, hijo de una y sus escotillas. U n o creería percibir las a veranear. E s P í o I I Piccolomini quien familia antigua y honorable, donde por to- voces de mando y los gritos de l a marineconvirtió la antigua y longobarda Turris das partes reconocemos la raza de. esas gen- ría; tal es la precisión con que las maniobras Gandolfa en una mansión señoril para ve- tes de Bolonia, en quienes la cordial edu- de a bordo se perciben a través del tubo de cación y el ingenio agudo y abundante no bronce. Girando el telescopio se divisan tamraneos papales. Este Papa de Siena, que nos ha dejado pueden separarse de las admirables sobreme- bién los lugares de l a historia de Eneas, una linda novela de amor escrita en latín sas y de la gentil compañía. E l Papa L a m- Laurencio, Árdea, Lavinia, el antiguo temdel humanismo, es el primero de los Papas bertini es el veraneante ideal de Castel- Gan- plo de Venus. Decae l a luz. Todos entran turistas y veraneantes, en un sentido ya dolfo en un Castel- Gandolfo ideal. E l Rena- en el salón de damasco amarillo, donde l a moderno, y un grande y exigente construc- cimiento con su mano civil ha soltado l a gran araña de cristal se ilumina en m i l irisator de bellos palacios. L e podemos señalar, bárbara cintura que envolvía a la pequeña ciones a los últimos rayos del Poniente. ciudad de los montes latinos. E l Barroco le en algunos aspectos, como un precursor de ha coronado de arquitectónica ufanía. E l s i- Pronto los acordes de una música empezaPío X I cuya cultura se ha orientado hacia glo XVIII le ha deparado un mixto beneficio rán a cruzarse con los rayos postreros del temas muy al gusto de Pío I I ensayos de ilustración, naturaleza y sociabilidad. L a sol. V e d a l Papa. E s ahora un gentilhomsobre el Codex Atlanticus o sobre los ciudad está en alto con la villa del Papa. bre docto y encantador entre sus iguales. retratos de Petrarca. Además, es Pío I I el De la muralla baronal sobresalen una cú- Pero no por eso deja de ser u n gran Papa primer Papa alpinista. Como Aquiles Ratti, pula diseñada por el Bernini y unos arbo- católico, profundamente religioso y lleno de ha descrito montañas, lagos, itinerarios por lillos de parterre recortados al gusto de L e sabiduría en las cosas santas. A esta hora zonas escarpadas. L a s guías actuales de t u- Nótre. ¡Qué amigo de Su Santidad es este y en esta sala de damasco amarillo tiene orrismo podrían utilizar sus descripciones pre- jardinero! E n el camino que corre al pie denado que se suprima toda etiqueta. Aquí se cisas y poéticas. A momentos, algunas, como de las fortificaciones por la parte de afue- vuelve un hombre de su tiempo entre sus. la del lago de Nemi, nos anticipan a Rous- ra pasean a pie familias de burgueses y fun- amigos. N i siquiera- -no os escandalicéis- -seau o nos recuerdan l a dulzura elegante de cionarios, muy endomingados. E n esa mis- está vestido con un traje talar y eclesiástima carretera aguardan quietas, con sus l a- co, sino con ese traje blanco de l a mejor Ausonio en sus veraneos del. Mosela. hechura inglesa- -casaca y calzón c o r t o- -Pío I I vuelve a descubrir el veraneo don- cayos de librea escarlata, tres enormes carrozas de laqueados tableros color amapo- que ya le habéis visto al salir de paseo 3 de se había inventado, con cien villas fala y ampulosas molduras de oro pálido. R i- caballo. mosas, cerca del espejo donde- -Clubs flo- cos arneses frenan la soberbia de los tronRAFAEL S Á N C H E Z M A Z A S tantes para regatas del Imperio- -anclaron cos lucidos. P o r el camino que desciende las galeras en fiesta de Nemi. P í o I I vuelve al lago avanza un grupo de jinetes en traa quitar a los veranos fuera de l a urbe aquel je civil de paseo. Bajan llevando el paso y sentido rústico y práctico de forzosa vuelta la conversación con una familiar cortesía. a l a tierra que tuvieron para atender a ne- A veces ríen todos, volviéndose al que los gocios y faenas campestres. Como los gran- preside, y una ligera turbación corre por des poetas y señores de l a Roma imperial, las bridas al manejo de los finos caballos. vuelve a dar al estío en los campos un tono Detrás les dan escolta dos escuadrones esde ocio intelectual, elegante, deportivo y. cogidos- -rojos, blancos y azules- -de guarL a materia, desgraciadamente, es de acpoético. N o hay que olvidar que Pío I I ha- dias a caballo. A l fondo, sobre los estoques bía sido- -y. sigue siendo hoy en los frescos y los tricornios de la guardia, se ve l a ciu- tualidad e inagotable. P o r eso cabe añadir clarísimos de l a Biblioteca de Siena- -el más dad. E l grupo de jinetes se aproxima. L o a las cosas que sobre el particular tengo d i apuesto y juvenil jinete del Renacimiento y forman varios amables príncipes, cortesanos chas alguna o algunas más. L a que v a a ser el poeta de veinte años a quien manos de y hombres de mundo, que rodean a ún vá- objeto del presente artículo es fundamental, Emperador ciñen una corona de rosas y lau- lido anciano, cuya cabalgadura blanca, man- y creo que no ha de parecer a los lectores sa y noble viene la primera, en el centro impertinente, a pesar de l a aridez del tema. reles. de la comitiva. Viste el nobilísimo y soberaCuando se habla del cambio parece que E l Barroco trae a l a villa pontificia l a no pastor de l a Iglesia un traje inglés de se hace referencia a un fenómeno igual siemfigura de otro veraneante de primer orden, caza de pañete blanco, compuesto de casaca pre a sí mismo. Y l a anfibología es mortal, gran señor magnífico y fastuoso. E s el Papa y calzón corto, zapatos de cuero bolones, porque, supuesta una sola especie de camUrbano V I I I Barberini. E s u n gran cons- teñidos de púrpura, y tricornio de felpa, de bio, no podría existir más que una sola clatructor de palacios, como Pío I I pero es viva púrpura también, con un cordoncillo se de remedio del daño que causa. Excuso el Papa de Bernini y de Borromini. Desde de oro. ponderar los males que caerían sobre una el solio pontifical publica en 1640 sus poenación de existir varias especies de cambio mas latinos. E s un apasionado, bárbaramenArrodillémonos en l a cuneta, bajo los oli- y aplicarse en una de ellas el remedio que te apasionado, por el arte nuevo. Sacrifica a l vares en flor. E l gran anciano vuelve ha 110 fuese adecuado a l a que padeciera. Barroco, sin contemplaciones, con una pa- cia nosotros su rostro resplandeciente de N o puede, pues, una nación limitarse a sión de futurista, los estilos anteriores y aun bondad y de sabiduría. reconocer que en ella se produce ese fenólas más venerables maravillas de l a antiHace en el aire, sobre nuestras cabezas i n- meno social y económico que genéricamente güedad. Hace que la. mano prodigiosa y fér- clinadas, una cruz levísima, y en la mano se denomina cambio, y por virtud del cual til de Bernini dé a Castel- Gandolfo una fiso- que nos bendice reluce momentáneamente al su moneda fiduciaria pierde de valor con nomía entonada con l a moda arquitectural rayo del sol un anillo maravilloso. E l corterespecto al oro. H a y que indagar cuál es de l a época. Entonces, s í entonces nodrá jo desciende hacia los altos árboles copula especie de cambio que constituye su veranear en Castel- Gandolfo el Papa U r b a- dos y ligeros, que están junto al lago lumienfermedad, para aplicar a l a misma e l reno V I I I gran señor por l a sangre y por las noso de la tarde y que ha de pintar Corot medio específico que l a cura, y no algún letras, cuyo escudo, esculpido en la portada tantas veces. A l pie de los árboles una paotro que, siendo adecuado a diversa clase nueva, a l pie del gran balcón, lleva las tres reja baila en un corro aldeano de fiestas de de cambio, fuera, en el caso, inoperante o, abejas barberinas que a Francia dan l a miel la siega el vivo saltarello que las alegres a l deanas de l a Sabina enseñaran al Ejército lo más probable, contraproducente. y a España- -dicen- -el aguijón. Sería molesto, y además de molesto comCien años más tarde, Próspero Lamberti- de Bonaparte. A veces el Papa y su séquin l es el más amable, el más ingenioso, el to descabalgan a orillas del lago, donde les pletamente innecesario, estudiar los diversos más erudito de los Papas; la delicia del gé- esperan dos falúas. O quizá vuelven a la tipos del mal del cambio. Basta examinar villa a entretenerse con el último modelo de un par de ellos para que l a claridad expulse nero humano. Hubiera jugado al billar si CASTEL- GANDOLFO. VERANEO PAPAL Los Pontífices veraneantes y Pío XI MEDITACIONES FINANCIERAS Doble naturaleza del cambio

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