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ABC SEVILLA 22-07-1930 página 35
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ABC SEVILLA 22-07-1930 página 35

  • EdiciónABC, SEVILLA
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A B C. M A R T E S 22 D E J U L I O D E 1930. EDICIÓN D E ANDALUCÍA. P A G 3 INFORMACIONES Y TAURINAS NOTICIAS E n Cádiz: L a corrida de la Agrupación de la Prensa. E n M a d r i d D e cómo puede perderse una elección p o r un torero. E n Tetuán: Apostillas a una corrida. E n V i s t a A l e g r e Carretero con Levita y H o n g E n otras plazas. Novilladas EN CÁDIZ dan la vuelta al ruedo, mientras, en la grada, se olvidan los labios, rendidos a la delicadeza del requiebro, del intraducibie vocabulario con que suelen, comentar las desdichas de la fiesta. N o han acabado todavía los gentiles cominitos del programa: es ahora Carmencita. Agüera, hechicera amazona a la andaluza sobre una silla que es trono de casticismo en el lomo rotundo de su jaca castaña. Los finos remos apenas baten- -no pesa, arriba, la preciosa carga- -la arena del circo cuando trotan en busca de la llave. De Jerez son la caballista experta y el caballo dócil. L a mejor solera de España. Disciplinadas huestes de Carmen, las cuadrillas hacen el paseo. L a corrida va a comenzar. A l cronista le dan ganas de irse... Los hijos de D Eduardo enviaron a Cádiz una corrida de toros muy bien presentada. E l promedio que acusaron en la romana fué de 330 kilos, y ello prueba una vez más cómo en orden a la crianza de sus reses son los afamados ganaderos u n modelo, al que ningún otro se atiene, de escrupulosidad y esmero. E n lo tocante a las defensas, hubo desigualdad: el cuarto era muy cornicorto, y el que le siguió tenía las astas abiertas, abecerradas, como de toro joven. E l primero de la tarde, manso desde que salió, optó, como tal, por la defensiva, llegando casi a encabritarse al acercársele un banderillero. Mansos fueron también, pero sencillos, los dos del Niño de la Palma, y el sexto, que se dejaba torear muy bien, hizo algunos remilgos ante los picadores. E l cuarto dejóse pegar de firme y llegó aplomado al final. E l tercero, bravo, noble y suave, nos hizo recordar el estilo de los mejores toros de Ybarra. Entre los matadores, sólo Manolito Bienvenida es merecedor de un comentario detenido. E n conjunto, el trabajo del chiquillo consolidó el paso adelante que en la profesión ha dado- -pasada la turbación del tránsito brusco de becerrista a matador de toros- y del cual acaban de ser crónica entusiasta los elogios de los revisteros de Madrid. Las gratas noticias de sus triunfos hacían del niño la atracción básica del cartel, y a la expectación que suscitaban él correspondió poniendo en la liza todos los animosos arranques de su apasionamiento por el toreo. S i desmenuzásemos su actuación, no faltarían deficiencias que señalarle: poco temple en las verónicas, falta de hilván en los trasteos y, menos en la primera entrada al sexto bicho, escasa decisión al herir. E n su primer toro, singularmente, pudo obtener mejor rendimiento artístico al pasar de capa, y haber mantenido el muleteo a la altura singular de aquel brillante comienzo por el ayudado y los naturales. Pese a tales defectos, Manolito fué el héroe de la tarde, porque, sin haber realizado una faena definitiva, fué también el único espada que en el anillo se movió con desahogo, animación y pinta de buen torero. Cuando los otros en los quites no daban pie. con bola, allá iba él y jugaba con las reses y. sLYiyaba el júbilo en el tendido con sus. L a corrida de la Agrupación de Ja Prensa ¡Buen éxito el de los compañeros de Cád i z! L a linda plaza costera, llena de gente, atestigua cuánta cordialidad guarda el público gaditano para los designios benéficos de sus periodistas, y la curiosidad expectante con que se acoge el cartel por aquéllos ofrecido. De entrambas cosas es testimonio la gran entrada, y también de cómo la actividad inteligente en los negocios de toros ha podido hacer el prodigio de crear afición donde sólo existía un sentimiento de añoranza, casi desvanecido en más de veinte años de inactividad taurina, hacia la fiesta nacional, por tan largo tiempo desterrada de aquella ciudad encantadora. Del venturoso reflorecer de Cádiz, es reflejo, en cierta manera, la febrilidad de sus días de toros: animado hervidero humano que es expresión del próspero bienestar y la alegría del v i v i r bullicioso cuadro, resplandeciente de color y de luz, cuya repetida visión han de agradecer los propios gaditanos y sus forasteros a los gestores taurómacos de que en buena hora disfrutan, lo bastante inteligentes y entusiastas para depararles, en número y atrayente calidad, una serie de corridas que muy pronto, si no ya, causará envidia en l a cuna del toreo. Y no decimos esto, claro es, en demérito de la acometedora empresa del circo de la Maestranza, que, no sabiendo qué ofrecer a sus parroquianos- -agotado el caudal de la fantasía- hasta el Empastre les ha servido... Nuestros camaradas de la Agrupación de la Prensa de Cádiz, pueden estar satisfechos. Conseguida la plaza en condiciones equitativas- -ponderado medro para el arrendatario, y no desaforado aprovechamiento del fruto del ajeno trabajo- se afanaron por formar un cartel bonito, y, al componerlo, lograron también el lleno deseado. Comprendemos cuánta satisfacción será la suya, y por cordial espíritu de clase, la compartimos de bonísima gana. P o r propia experiencia, sabemos de l a s torturas innúmeras y las infinitas zozobras que acompañan a la organización dé un espectáculo del que depende, en ocasiones, la vida de una entidad benefactora de quienes no tienen, en lo social, otro amparo que el que ella puede prestarles. D a prolegómeno fragante a l a función, el desfile de los coches que conducen a las seductoras presidentas de la corrida. Son, por Cádiz, las señoritas A n i t a Romero y Conchita Gener; por San Fernando, la joven condesa de Ivangrande; por el Puerto de Santa María, Tula Ruíz G o l l u r i por Jerez, Carmela Pérez de las Heras, hija del presidente de la Diputación, y por Chiclana, Carmencita Velázquez, que, con la señora de Morales Pozas, esposa del gobernador civil, harán resplandeciente, al conjuro triunfal de su hermosa juventud, la sede habitual de unos señores muy feos encargados de dar orejas y avisos y, de atraer, a veces, la saludable ira de la muchedumbre. E n premio a una gran faena, pocas veces vista- -el tocarse con la mantilla española y echar mano del madrigal de crespón que es el mantón de Manila- -las muchachas, en sus autos. faroles, lances al costado y á lo chaire, révoleras y otras sonrisas de un arte bullicioso y joven. Banderilleó a sus dos toros, con adornos y guapeza, destacando, en el tercero, un gran par de poder a poder, y en el último, otro, al cuarteo, encunándose con valentía suma para ayudar al bicho. E n sus faenas con el trapo rojo- -desligadas, salvo en los tres excelentes muletazos de que queda hecha mención- hubo destellos de gran visualidad y colorido, así en unos admirables muletazos de la firma, otros de molinete, pletóricos de alegría, y, sobre todo, en los ayudados por bajo, dechado de garbo y elegancia. Mató, en fin, a su primero, de una estocada alargando el brazo, y al que cerró plaza de un pinchazo por el camino derecho, una estocada, por el torcido, que caló el brazuelo, y tres descabellos. Por su primera faena, el público gaditano aclamó con frenesí a Manolito, concediéndole las dos orejas y el rabo y haciéndole dar dos vueltas al ruedo. A l f i n a l ese niño en quien se da la nota simpática, sumamente rara en los adultos, de no oponer reparos a las divisas pavorosas, pudo decir que los miuras, sin haberle cogido, le pusieron a la altura de los palcos, pues al de la presidencia hubo, de subir para recoger el galardón alcanzado. Allí, el tribunal juzgador le hizo entrega de la medalla ofrecida por la Agrupación de la Prensa, al triunfador de la fiesta. Desde allí también, el chaval recogió la última ovación de la tarde. A l fallo del jurado, no hubo, naturalmente, objeciones que oponer. Villalta, que no supo torear de capa, truncó, sin haberse hecho con el primer toro, una faena que comenzó nerviosa, pero valiente. E n el otro le faltó coraje para darle con el trapo en los hocicos y aguantarle después. A éste lo mató, al volapié, de soberbia manera. Fué lo único que hizo. E l anterior, por cuartear demasiado al pinchar, le vio y se le fué a l cuerpo, alcanzándole con un varetazo en la cadera. Cuarteando también, acabó con una estocada defectuosa. E n cuanto al Niño de la Palma, nada hay que decir. Pertenece- -cuando todavía se le llama Niño- -al pasado de la fiesta. N i valor, ni afición. ¡N i siquiera los mítines de otro tiempo! T a l fué la corrida de la Prensa de Cádiz. Enhorabuena a sus organizadores. -Juan M. Vázquez. BN MADRID De cómo puede perderse una elección p o r un torero Madrid 21, 4 tarde. F u i a la novillada con un amigo y entrañable compañero. M i compañero es un hombre raro y no muy consecuente con sus aficiones. Algunas temporadas, apenas- si va a los toros, se cansa antes de que acabe el abono; otras le da por ir hasta las novilladas; es muy desigual, -aunque él dice que la culpa no es suya, sino del rumbo de la fiesta. Este año le da por ir a las novilladas. E l domingo iba muy preocupado. Pocas palabras, mordiscos al puro, aire y gesto de preocupado. Se me confesó... Como buen español, gusta de los toros y de la política, en la que cree menos que en los toros, pero a ambas aficiones las encuentra afinidad. Tan afines, tan dependientes se le presentaron sus dos aficiones el domingo, que llegó a preocuparse. U n o de los toreros le estaba muy recomendado por amigos. del distrito, y como es muy sincero en sus j u i cios y sirvió al público sirviendo antes sus convicciones, por lo que no hay servidumbre en el servicio, le preocupa la actuación del torero. Empezó la corrida. Hemos dicho más de una vez qué. en presencia de un novillero nos interesan más las condiciones de torero, los detalles que sean jalones de una labor futura, que lo circunstancial de una tarde. Nosotros no medimos a un novillero con l a misma cinta que a un torero, de alternativa

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