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ABC SEVILLA 09-09-1930 página 3
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ABC SEVILLA 09-09-1930 página 3

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MADRID- SEVILLA 9 D E SEPBRE. DE 1930. NUMERO 10 C T S SUELTO REDACCIÓN: PRADO DE SAN SEBASTIAN. SUSCRIPCIONES Y ANUNCIOS: MUÑOZ CERCANA A TETUAN, SEVILLA BC DIARIO DO. SIM N. ILUSTRAVI G É EXT íff OLIVE AÑO OS O I 8.644 ESPAÑA Miró. -4- Gabríel Miró se nos ha declarado- -con la discreción de referirlo a otra persona- -un hombre primitivo; un hombre de la prehistoria, de sensibilidad pura, virginal, i n tacta, espontánea. M i amigo el pintor le ha diputado por un b á r b a r o es decir, un hombre inserto. ya en la Historia, perteneciente a la Edad Antigua, salido de los bosques de Gemianía, también apetente de las cosas, voraz en su sensibilidad. ¿P e r o no le parece al lector que podemos acercar M i r ó un poco m á s a nosotros? N o hace falta que M i r ó sea un hombre de la prehistoria, ni de la Edad A n t i g u a basta con que lo sea de la Edad M e d i a y aún podemos, sin peligro para la crítica, aproximarlo algo más a- nuestro tiempo. Pongamos, pues, que M i r ó es un hombre de la Edad M e d i a pero de los finales de esa E d a d de lo que un escritor alemán ha llamado con frase feliz e l otoño de la Edad Media. Precisamente, e s t o s d í a s acaba de publicarse- -lo publica la Revista de Occidente- -el libro aludido. L a traducción española está hecha con esmero; la obra es bellísima, altamente suges: tiv. a. Veamos lo que en- El otoñode. la Edad Media nos; dice su autor, J Huitzinga, qué era, entre otras cosas, esa Edad. A s í como el contraste del verano y- el invierno era entonces m á s fuerte que en nuestra vida actual, lo era también la diferencia entre la L a voracidad por las cosas; ese arrojarse luz y la obscuridad, el silencio y el ruido. L a ciudad moderna apenas conoce la obscu- sobre las cosas con ímpetu de hombre de. la ridad profunda y el silencio absoluto, el Edad M e d i a ese desquite que, desde el efecto que hace una sola antorcha o una fondo de su subconciencia, toma el artista aislada voz lejana. A h o r a veamos lo que de su refrenamiento, ¡de. su. apisonamiento era en la adolescencia de Miró, hace treinta interior; todo eso tiene un evidente peligro. o cuarenta años, la Marina, el escenario en Si da los resultados que hemos visto, resulque M i r ó pone sus novelas. E n aquellos tados espléndidos, nos, ofrece, nos puede tiempos suyos- -escribe el autor- -todo era ofrecer, en cambio, y éste es el caso de grande y más recogido. E l mundo estaba Miró, un defecto de técnica, una inexpemuy lejos. Los pueblecitos del valle se sen- riencia) de autor. L a dosificación de sensatían en la soledad; se oían unos a otros en ciones se hace de un modo desigual; la gralas distancias. N i n g ú n t r a j í n N i siquiera dación de matices, a que todo artista debe diligencias ni carros. Senderos y caminitos estar atento, se hace también con desequilide herradura. Hasta los campanarios seme- brio para la obra de arte. Falta de técnica jaban m á s altos para, hacerse compañía. puede haber en lo formal; pero es más graU n a de las frases de esta cita es extrema- ve esta ineficacia de la técnica interna. Y a damente significativa. Los pueblecitos del esa desproporción en el matizar. y dosificar valle se oían unos a otros en las distan- se puede añadir las notas que, a veces, ese cias L a correlación entre el texto del es- estado de subconsciencia puede injerir en él critor alemán y el del escritor español nos conjunto estético; notas agresivas, o relenparece evidente. Y añade el autor de El tes. E n las primeras páginas de Años y leotoño de la Edad Media: H a b l a un sonido guas nos encontramos ya con la descripción que dominaba una. y otra vez el rumor de la de una tumba, en un cementerio que nos desvida cotidiana, y que, por múltiple que fue- agrada: y más adelante topamos con otras se, no era nunca confuso y lo elevaba todo páginas análogas. Pero esto, que es el lado pasajeramente a una esfera de orden y ar- sombrío del cuadro, viene, precisamente, a confirmar lo de hombre de la Edad Media en m o n í a las campanas ¡Cómo nos hace oír Gabril Miró. el son denlas campanas Gabriel M i r ó! Cam- i Cómo armonizar el espectáculo. Miró con p a n a s e n l a serenidad d e l a i r é T o c a r t á otros espectáculos estéticos qúe nos ofrecen muerto. Algunos sones se quedan balbucien- poetas y prosistas? L a comprensión y la tes en los labios de las campanas; otros cordialidad han de hacer cb milagro. El camvuelan con temblor ds murciélagos ern torno po de lo bello es amplio y contradictorio. de la parroquia; otros salen anchos, claros; Trasladémonos de Gabriel M i r ó a José Berenteros Campanas en la lluvia: L a s cam- gamín y a Jorge Guillen, por ejemplo. Berpanas doblan emblandecidas, esfumadas de- gamín prosa geométrica y cristalina. G u i t r á s del cáñamo recio del agua E n un llen: la reacción m á s fuerte y bella que se adietivo. emblandecidas, toda la sensación. ha. producido- -y era necesario que se proL a Edad Media en la Marina y la Edad dujera- -en- contra; -de la superabundancia 1 r 5 Media en Miró. L a s cosas, enteramente delimitadas, recortadas, concretas, en esta Edad Media del artista. Y el artista que se precipita t o n ansiedad inmensa sobre las cosas. E n tanto que va viviendo Miró en esta su Edad Media, los dolores morales, las amarguras van operando en él un represamiento, un terrible apisonamiento de estados psicológicos en el fondo de la conciencia. Pasional, y pasional que se siente a cada momento contrariado, amargado por la realidad ambiente, hace el autor esfuerzos titánicos, formidables, por. represar, apisonar en lo hondo de lo subconsciente todo este dolor. Pero allí este material explosivo no puede estar quieto; no puede permanecer sin peligro años y años. Necesita ese material estallar. Y estalla, espléndida, magníficamente, en su apresamiento de las cosas. Todo lo apisonado en la subconsciencia allá se va fuera para asir las cosas del mundo. Y éste; -es, afortunadamente, el desquite del autor; ésta es la d i chosa trasmutación. P o r p r i m e r a vez en la historia de una literatura, la española; por primera vez, oídlo bien, las cosas alcanzan en. el arte su máxima vitalidad, su máxima plenitud. A h í está el libro Años y leguas que lo atestigua; fragmentos como el titulado, en ese libro D o ñ a E l i s a y la eternidad no tienen superiores en. ninguna literatura europea. E n este sentido, Años y leguas no sólo es una obra capital en nuestras letras, sino que marca una época en nuestro pensamiento literario. sentimental de Rubén D a r í o Leyendo a Bergamín y a Guillen es como si nos encontráramos en un jardín clásico; las flores, el agua y la luz juegan un juego- -pura i n teligencia- -de armonía perfecta. M i r ó no es el jardín, sino el bosque; bosque donde, encontramos árboles corpulentos, aguas i m petuosas, que se precipitan por despeñaderos, barrancos, claros de soledad deliciosos y apacibles, frutos multicolores, pájaros de mil pintados plumajes; en definitiva, variedad y fuerza, ímpetu y color. Entre el ramaje tupido, por las noches, se ve misterioso, emocionante, el fulgir de los astros etenaales. H e expuesto en estas notas algo de mis impresiones de lectura; queden. en este punto por ahora. M e resta por. exponer una observación de carácter ético; no ético con relación a la obra de Miró, que es perfectamente moral, austera, sino en lo que atañe a los que podríamos ljarnar los. obligacionistas de Miró. AZOREN DEVOCIONES LARES POPU- Y Gracia la de Carmona E n Carmona, la ciudad blanca y resplandeciente, entre las m á s blancas y luminosas de Andalucía, ia antigua Carmo que funda- ran los turdetanos nombrándola la ciudad colocada en alto y copiosa en mieses, se venera a la dulcísima Patrona, Nuestra Señora de Gracia, con, uno de los fervores más arraigados y profundos. Pocos serán los pueblos que aventajen aj de Carmona en devoción y en lo exaltado de sus manifestaciones religiosas, y así son sus fiestas en honor de la. milagrosa V i r g e n de Gracia de ostentosas y de solemnes y magnificas. A este respecto dice uno de los historiadores de la ciudad que es semejante a una perla engarzada en la inmensa esmeralda de sus olivares: E s necesario presenciar una cualquiera de las grandes fiestas qué la Iglesia celebra para poder apreciar la importancia y valor que allí tienen todos los actos del culto. Dentro del templo, majestad y severidad imponentes, clero numeroso y respetable, profusión asombrosa de luces y ornamentación rica y superior a todo elogio; y en la calle, nubes de incienso embalsamando el ambiente, plantas y flores alfombrando el suelo; el oro, la plata y las piedras preciosas en cruces y pendones músicas que alternan con el Canto litúrgico; público recogido y numeroso y cien lenguas de bronce po blando los aires de alegres repiques. -Y si todo ello puede decirse de cualquiera de los cultos y procesiones que se celebran, ¿cuánto m á s no podrá afirmarse de los que se organizan en honor y devoción de! a tierna Madre, prodigio de dones y de gracias, a cuyos amparo y protección está acogido el pueblo? E l l a es hermosa como el m á s fragante y oloroso alhelí nacido al primer beso de la mañana, como el m á s refulgente sol qua

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