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ABC SEVILLA 25-09-1930 página 10
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ABC SEVILLA 25-09-1930 página 10

  • EdiciónABC, SEVILLA
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ABC. JUEVES 25 D E S E P T I E M B R E DE 1930. EDICIÓN DE ANDALUCÍA. H A l i 10 partitura adquiere su verdadero valor de la maestría del concertista. M i criada, cantando Traviata, podría promover, contra su voMODERNO luntad, una cuestión de. orden público. D e la comedia de H e n r i Jeanson se des Toi, que j ai tant aimée prende un vaho de humanidad que conM a l contento de los comentarios de la mueve. E l diálogo no es un simple, escarceo crítica a su comedia Toi, que j ai tant de la imaginación que se satisface deslumaimée- -no hablemos de fallos, porque aquí hrándonos. Cada frase refleja. un momento nadie tiene la desmedida pretensión de que del alma- una alegría o un dolor. Esa conese oficio sea una magistratura- H e n r i densación sentimental de la palabra es- proJeanson se revuelve contra algunos de sus pia de los grandes escritores, que transforman el agua clara en un brillante. ¿Cuáncensores en el prólogo de la obra recién tas flores se necesitan para destilar una gota impresa. E s un mal paso, del que se arrede perfume? E n la obra que motiva estos petirá. E l crítico, por impersonal que quiera comentarios no pasa nada extraordinario. mostrarse, rara vez evita que sus pasiones U n hombre, Laurent, ama a su mujer, la influyan sobre sus ideas. Es humano. Si cual está enamorada de otro. ¿Por qué nos esa función lleva ya consigo un poco de la empeñamos en considerar trágico un fenóacrimonia a que nos predispone la rivalidad meno tan normal como la rotación del sol? literaria, ¿qué no será si hemos irritado el S i la Naturaleza estableciese de pronto un amor propio del señor que se adjudica semismo diapasón para todo amor, la literatumanalmente unas horas de infalibilidad? ra, privada de elemento dramático, perdería L o que importa al autor es que su obra sea comprendida del público. Si luego el todo interés. L a disonancia es necesaria. Mariana, como l a mayoría de las mujeres, crítico le honra con su aprobación, será un voto de calidad para agradecido. Pero quisiera conllevar sus dos cariños el apacible que siente por su marido y el otro, las obras no se salvan ni se pierden por que la enardece en la intimidad culpable; una opinión improvisada, que a lo mejor pero Laurent es de carácter tan poco flexiquisiéramos rectificar. ¿Qué le ha dolido al ble que no se presta a aquella solución tan Sr. Jeanson? Como no puntualiza sus resenmoderna. Para sostener cierto tiempo aquetimientos, es imposible. saberlo. H a y sin lla situación- -tocio el tiempo que dura la embargo, por encima de todos los disentiignorancia del marido- Mariana no emmientos entre el autor y el crítico, algo que plea más que un método, familiar a toda lastima e indigna: la actitud, en que nos comuier de su complejidad: la mentira. locamos frente a- una obra. E l crítico tiene pleno derecho a ser severo con el autor. Pero la mentira no puede ser más que un Nadie ha discutido esa facultad, en todo recurso provisional. S i pudiera reinar de un tiempo elemental. L o inadmisible puede esmodo permanente valdría tanto como la vertar en su actitud. H a y críticos que se podad. U n hogar cimentado en la mentira es nen, como si ejercitasen un fuero, por entan frágil como una reputación fundada en cima de la obra que van a examinar. Otros, la benevolencia ajena. Antes o después, se aunque se sientan superiores a la obra, tiederrumba. L o peor de Laurent es que carece nen la discreción de colocarse a su nivel. de aquel mínimo de candor, sin el cual da el Aquéllos adoptan un aire protector y exhihombre en la misantropía por haber dejado ben unas ínfulas docentes insufribles. Estos, de creer en todo. Tampoco se singulariza por más razonables, democratizan sus concluuna inteligencia de esas que operan con rasiones, con lo cual nos ahorran una humipidez sobre lo real. E s un individuo que ama llación inmerecida. Su vapuleo adquiere el y que se siente engañado. L o más doloroso tono de la camaradería. Viene, por último, de aquel espectáculo es el empeño de dos el tercer grupo: el de los que no se enteran seres que defienden egoísmos diferentes: él, de nada ni comprenden nada. Su programa su anior, y ella, su comodidad. E n ese duelo es muy sencillo: adjetivo y tentetieso. ¿Que es siempre vencido el más noble de los conse trata dé un amigo? A las nubes con él. tendientes, porque lucha a pecho descu ¿Que es uif desconocido? Cuatro frases conbierto. vencionales; que no le engrían n i le depriH a y momentos en los que nos asalta la man demasiado. aprensión de ver a Laurent aceptar por poquedad espiritual una posición degradante. N o conozco a H e n r i Jeanson. Debe ser, L a inmensidad amorosa parece justificar por su desenfado un tanto agresivo, muy ciertas cobardías. Pero, n o Laurent es un joven. Solamente en la mocedad nos es dahombre digno, que no se resigna con el r i ble creer que el universo está pendiente de dículo. Sobreviene la ruptura despué de una lo que. escribimos. Transcurridos los años, escena de los tres, Ja dama, el marido y el cuando uno ha visto de cerca el vaivén de amigo, que ha seducido a la dama. Cómo las obras y. la zarabanda de las celebridades, soportaría nue tro público aquella escena? se cae en lá. cuenta de que aquello que nos i Qué sé y o! Tal- vez con atención respetuoquitó el sueño, encrespando nuestro amor sa. Nuestros dramaturgos, entre los cuales propio, no valía la pena. Dichoso el que hay más de uno con verdadero talento, le puede desquitarse de otros fracasos más escamotean al público problemas y situacioimportantes con el éxito, profesional. ¡Quién nes por temor a su protesta. ¿N o serán sus estuviera eñ su lugar! escrúpulos excesivos? Habría que ir pensando seriamente en la fundación del teatro Joven o, maduro, ello no hace al caso, independiente, de acceso para todo el que H e n r i Jeanson es un autor dramático de los no se asusta de ciertas realidades. E s proque se internan en. la vida, esto es, de los bable nue fuese un negocio. que. cualquiera que sea el éxito de su obra, ¿Y ñor qué me has ensañado: -pregunpueden ufanarse de haber puesto en ella acentos de humanidad. Toi, que j ai tant ta él. más triste que colérico... -P o r q u e la vulgar felicidad que me daaimée es una hermosa comedia. N o es preciso que. el- escritor dé con un asunto nuevo bas me aburría. Hace ya mucho tiempo que dejé de quererte... ¿P o r qué seguía a tu lado para que. vsu obra nos interese profundamenen esta casa? or la fuerza de la costumbre, te. L o que importa es la originalidad de sus por falta de carácter, por cobardía... ¡Oh, experimentos con los personajes que la anicómo me aburrías tú y cómo me pesaban toman. E l tema central y la intriga son sedas tus amistades... Aquella felicidad, tan cundarios. Sobre una pasión, tan corriente como los celos escribe Shakespeare Ótelo, mezquina como tus ambiciones, me era i n soportable... v de un vicio moral tan vulgar como ¡a Ruptura y separación sin igualdad en la. hipocresía saca Moliere el Tartufo. L a pena, pues, mientras ella se va contenta, él TEATRO FRANCÉS parte desesperado. E n otros casos ocurre lo contrario, y así el equilibrio de las decepciones se restablece. L a Naturaleza ama la armonía. E l tiempo pasa. Es nuestro aliado más fiel y nuestro vengador más seguro. ¿Podrá vivir Laurent sin M a r i a n a? ¿Será ella dichosa con Claudio? Aquí interviene la clemencia del tiempo; Laurent olvida y Mariana es olvidada. L a ley de las- compensaciones opera con implacable rigor. Unos años más tarde Laurent y Mariana se encuentran en un hotel situado en un puerto. ¿Cuál? Marsella, Cherburgo, E l H a v r e j cualquiera. Todos los puertos tienen de común el ambiente de desamparo cosmopolita. Son siempre lugares de tránsito, que evocan emociones de despedidas y perspectivas lejanas. Detrás de su fisonomía está el mar infinito. Laurent es un viajero que acaba de llegar buscando alojamiento, y M a riana, la encargada de la dirección del hotel. De momento no se reconocen... ¿Cuánto tiempo hace que se separaron? Medido por el calendario, poco. Medido por el olvido, siglos... Y hablan y reviven el pasado por el único medio de que disponemos para resucitarlo: la palabra. E l l a le cuenta cómo fué abandonada por Claudio en un viaje a Italia. ¿Y tú? -pregunta ella. ¿Y o? B i e n Y a lo ves. H e olvidado. -Perdóname... T e hice sufrir... Pero ¡yo era joven! -S í ¡Es verdad! Luego se ponen a recordar, esto es, a remover cenizas de ilusiones. E l l a no se consuela de haber perdido a Claudio y él de su fracaso amoroso con Mariana. L a conversación es fría y triste, como una escena de cementerio. ¿Cómo acabará? Con su sentido práctico habitual, Mariana quiere envolverlo en el encanto de los días lejanos. Vanidosa, se figura que él no ha venido por mera casualidad, sino por la atracción del antiguo amor. E l la desengaña, y como no hay un cuarto cómodo en aquel hotel se va del brazo de otra mujer; de una m u j e r c u a l quiefa. la cual, con pertenecer al mismo sexo que Mariana, puede valer lo que, ella... Ignoro mié trato dio la crítica a la comedia de H e n r i Jeanson. A mí me parece de las más bellas del teatro moderno, porque me ha hecho sentir la vida con sus pleamares de ilusión y sus resacas de melancolía. MANUEL BUENO 1 París, septiembre, 1930. LA FARÁNDULA ANTAÑO DE D o n José Valero, reivindicador de los cómicos L o refiere El Curioso Parlante en sus. Memorias de un setentón; yo no voy a hacer más de traer a cuento el episodio, que es por extremo curioso y representa una muestra más de la evolución que suelen sufrir los usos y costumbres a través de los tiempos. Desde que el teatro comenzó a balbucir sus primeras frases, en los corrales de los pueblos, representando ingenuos pasos, y en las lonjas de los templos, representando hechos y milagros de los bienaventurados, los representantes -como a la sazón se decian- -eran tenidos por seres inferiores, no ya por las gentes de calidad, sino por. las más humildes clases sociales. Época hubo en que se les negó la sepultura en sagrado, y aunque al revuelo de las faldas de las comediantas se aventaron muchos hijos de buenas familias, el regocijado gremio de la, farándula no era bien mirado más que cuando, ejerciendo su menester, conseguía distraer al auditorio. Nombrábaseles con mote, como a gentes

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