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ABC SEVILLA 27-02-1932 página 6
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ABC SEVILLA 27-02-1932 página 6

  • EdiciónABC, SEVILLA
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ABC e n Nueva York. AI llegar a llueva York se experimenla la sensación extraña de encontrarse con alejo conocido, que al mismo tiempo sobrecoge. (I m p r e s i o n e s d e- viaje. Cuba. E l mar. Rumbo al Norte. Desde el calor tropical cubano se nos presentaba el porvenir tle un frío horroroso que indudablemente en pleno invierno habríamos de encontrar en Nueva Y o r k Recordaba que al salir de Madrid hacía un frío intenso. E n Bilbao, también. Y en Santander. Y en Gijón. Y en la Coruña. A- j u z g a r por lo que siempre se decía, por l o que en los periódicos había leído y por las informaciones de a bordo h a b r í a m o s de encontrar a Nueva Y o r k bajo la nieve, con muchos grados bajo cero. Prepar é en el camarote toda la ropa de invierno. M i r é a mi gran abrigo con delectación, como diciéndol e A h o r a sí que vas a trabajar Aquel a b r i g o que desde que salí de E s paña descansaba encerra do en el armario del ca marote. L a tarde. L a noche. Otro día. E l barco continuaba su rumbo h á cia el Norte. D e s p u é s d e tomar la altura los: ofi- ciales desde el puente l a sirena del barco lanzó el. gemido ronco de las doce. E n el mapa del hall inferior se clavó la- banderita que indicaba e l p u n t o del mar en que nos enc o n t r á b a m o s L a línea graciosa de b a n de ritas, que desde España hasta Cuba y Méjico marcaba una d e p r e s i ó n h a c i a l a izquierda, se elevaba y a hacia el Norte, camino dé Nueva Y o r k O t r o día, ¿y el frío? E l mar, tranquilo, daba una sensación de bonanza. M á s millas. Otra noche. E l cabo Hatteras. Aquel punto quería decir: L a s proximidades de Nueva Y o r k ¡Y el frío sin parecer! Pero ¿n o estábamos ya a una altura respetable y a mediarlos del mes de enero? Otra noche. A la m a ñ a n a del día siguiente el barco se enfrenta con l a gran ciudad. -E s un día gris, brumoso; llovizna, pero no hace frío. Subo al puente; el capitán, envuelto en su capote, forra sus manos con guantes y escudriña con los prismáticos el horizonte velado por l a niebla. L o s oficiales, distribuidos por el puente, miran todos con los gemelos m á s allá de la proa. E l timonel, agarrado con ambas manos a la rueda- piloto, tiene su vista clavada en el horizonte de bruma. Nadie habla. De pronto el capitán da una orden. E l segundo oficial la re- pite. E l timonel, como un eco, l a murmura. Y las manos del timonel, ágiles, hacen g i rar la rueda- piloto. Otra orden. U n oficial mueve la palanca que comunica con las m á quinas. Se oye inmediatamente el timbra- ¿ntre la bruma, al llegar al puerto de Nueva York, Ja estatua de la Libertad saluda al viajero. zo de respuesta del maquinista. E l barco disminuye la marcha. V i e n e hacia el barco una gasolinera. Se acerca al buque. E l práctico trepa polla escalerilla de cuerda y unos minutos después est á en el puente. Saluda al capitán. E s cojo. D a ó r d e n e s secas, q u e los oficiales r e p i t e n manejando l a palanca que siri- ve para dar instrucciones a las máquinas. Y el ¡barco enfila a l East R i i ver. A estribor, la península de Brooklyn. A babor, lejos, l a e n t r a d a del Hudson, -con las cost a s de; J e r s e y C i t y y avanzando, a u d a z entre los dos ríos, la lengua de tierra que c o n s t i t u y e Manhattan. Se det ene el barco. S u- Al acercarse, el- bmea, al ¡puerto- surge ante- la vista- u púnéfp lí ¡r aOr 0 mt ió J i l

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