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ABC SEVILLA 27-03-1932 página 11
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ABC SEVILLA 27-03-1932 página 11

  • EdiciónABC, SEVILLA
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-Tomás; no esperaba eso de ti. No creo que tú vayas a hacer las cosas que hace tu hermano. E l es así, y hay que dejarle. ¡Pero tú... Lo mismo me repetían todos. Bebía como Anacleto, y me lo reprochaban: -Hombre, tú... Exigía en casa una corbata bonita, los mazos del golf o un encendedor automático: -Por Dios; eso Anacleto... pero t ú Acudía a una tertulia a hacer el ganso: -A usted no le va eso, Tomás; usted es de otra mauera... Me resigné a los pantalones con rodilleras, a la vida monótona y al Eco del Comercio. M i hermano seguía progresando: bailaba divinamente, conocía la vida y milagros de todas las estrellas del. cine, era chispeante, ameno, dirigía las funciones de aficionados, fundó un Club: hasta sacó una moda: la moda del pañuelo aprisionado en la pulsera del reloj. L a fama de sus actividades cuajó en una frase: ¡Anacleto es un artista! Sí. Sus extravagancias, sus originalidades, sus rasgos de independencia, su superioridad, sus ideas, su conducta, sus cosas Los TADRES, DE ELLA. -Anacleto ha nacido eran manifestaciones de un temperamento supara otras cosas. L a vida de casado no le va. -perior a lo vulgar. Anacleto era un artisEÍAA. -Bueno está lo bueno; pero, tanto ta. ¿Para qué arte estaba dotado? Por espacio de un año la ciudad estuvo pendiencomo casarme... te del genio de Anacleto. Ciudad sin homY todos, maravillosamente de acuerdo, se bres célebres, en ninguna plaza se levanresignaron. A los pocos meses ocurrió un incidente taba sobre el pedestal un señor de levita anunciando que en el pueblo aquel había que no he podido sino entrever. E l director caído una partícula de gloria, Anacleto de un Banco le dijo a mi padre no sé qué daría a la ciudad el lustre, el renombre, cosas en relación con una letra firmada por la fama suficientes para justificar una Anacleto. -No he querido denunciarle- -parece que primera piedra dijo el banquero- porque las cosas de AnaA l año nos dimos cuenta de que Anacleto hay que tomarlas como son. cleto era demasiado grande para que su- Ha hecho usted bien. Y o lo pagaré- -genio se amoldara a los estrechos límites respondió mi padre. de una especialidad. Bailaba, deeíamaba, Y abrumó con este sermón a Anacleto: interpretaba fox y chotis, era prestidigi- -Hombre, no hagas esas cosas... tador, componía jeroglíficos y charadas, Estábamos convencidos de que Anacleto pero todo ello con la libertad del pajaro, con era como Dios le hizo Y ahora tengo la espontaneidad del verdadero artista que no que confesarme de una mala pasión la ense somete a odiosos principios fijos ni venvidia. Empecé a envidiar a Anacleto con de su inspiración por un puñado de miseratoda mi alma. bles monedas. Por entonces dijo Anacleto una de sus mejores cosas -Puesto que Anacleto tiene bula -me- -Y o no quiero ser más que espectador. dije a mí mismo- -voy a ver si logro con sus procedimientos los mismos resultados. Fallecieron mis padres. Cada uno, en su A la primera salida de tono me cerró el lecho de muerte, nos hizo a Petrita y a paso mi padre: nú la misma recomendación. co como un lord, entre gente opulenta. sonreíamos satisfechos. Yo no sé lo que tiene Anacleto, pero tiene algo! -decía Petrita. Sí. Tenia cosas Todos lo reconocían, aun los descontentos, que nunca faltan. H a cía una gracia? Se difundía, se celebraba: i Cosas de Anacleto! ¿Hacía un disparate? Se le disculpaba, se le perdonaba: -Cosas de Anacleto! Un día llevó a nuestro hogar una de sus cosas Una cosa que probablemente diría antes del año papá y mamá. E l escándalo no estalló en la ciudad, como había- ocurrido en circunstancias semejantes con seres del montón. Se trataba de Anacleto y a nadie se le ocurrió tomarlo por la tremenda. Únicamente empezó a correr el rumor de que Anacleto Se casaba con su colaboradora. ¡Pero cómo se va a casar, con ¡a cabeza qué tiene! -decía mi oadre. Cómo. va a contraer obligaciones ese chico, acostumbrado a que velen por él! -alegaba mi madre. PETRITA. -Anacleto no sabría qué hacer con una familia. Yo. -Anacleto no sabe ganar una peseta. -Cuidad de Anacleto. -Proteged a Anacleto. A l ir a dividir el modesto caudal surgieron algunas dificultades, difíciles de resolver. Había que tomar determinaciones importantes, y le pedimos opinión a Anacleto. -Y a sabéis que yo no quiero líos ni compromisos. Además, no entiendo nada de nada. Haced lo que queráis. A mí. me adelantáis mi parte y luego resolvéis vosotros. Yo me acomodé siempre a todo, y tengo por principio fijo no estorbar. Era cierto. Nunca Anacleto- había pedido cuentas, ni se había preocupado de la procedencia del dinero, ni se inmiscuía en cuestión alguna. Anacleto era generoso. Le entregamos su parte y sostuvimos Petra y yo el pleito, que se. comió la nuestra. Anacleto jamás aludió a ello, manifestando así su desprendimiento habitual. Cuando se gastó su hijuela. Anacleto vino a vivir a la pobre casa, donde Petra, y yo luchábamos con la vida y con cincuenta niños (Petra había puesto un colegio. Los niños disgustaban a Anacleto. E n verdad eran revoltosos y chillaban niucho. Anacleto se quejó amargamente. E n la discusión, Petra y yo derramamos abundantes lágrimas por hacer la infelicidad de Anacleto. ¿Cómo resolver el conflicto? Anacleto, con gran energía, nos puso en este dilema: E l colegio o yo. Entonces- -quizá fuese inspiración divina- -me acordé del señor Papín. -Prepara las maletas de Anacleto- -ordené a Petra. Anacleto y yo tomamos el tren y llegamos a un puerto de mar. A l muelle había atracado un- barco. -Dionisio Papín- -le dije a Anacleto señalándole el transatlántico ataba un día viendo cocer la olla, y no que el vapor. de agua levantaba la tapadera. Aplicó esa fuerza a una máquina y por sucesivos perfeccionamientos ha resultado ésto. Papín da Ja solución al problema planteado entre nosotros y Le entregue el pasaje y algún dinero. Anacleto embarcó para América, yo me volví a casa. Petra salió a recibirme. Comprendimos los dos que no volveríamos a ver a Anacleto, y nos echamos el uno en brazos del otro, con el corazón desgarrado. r TOMAS B O R R A S (Dibujos de Barbero.

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