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ABC SEVILLA 17-04-1932 página 3
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ABC SEVILLA 17-04-1932 página 3

  • EdiciónABC, SEVILLA
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NUMERO EXTRAOR NUMEROEXTRAORD I N A R I O 20 C E N T S AÑO V 1 GES 1 MOC j D I N A R I O 20 C E N T S AÑO VIGES 1 MOC) g TAVO. TAYO. DEL PANORAMA QUE FUE F E S T E J A S E EN D E MAN O i compás que marcaban las figuras que ocupaban el primer plano, movíase antaño la H i s t o r i a L o s pueblos se limitaban a secundar el impulso, y de su vigor dependía la eficacia, si se trataba de empresas guerreras; grandeza, cuando a la audacia del caudillo acompañaban la acometividad y l a resistencia de la masa. Humillación o cautiverio, en el caso contrario. L a indolencia o l a depravación del guía se traducían invariablemente en languidez y en sopor, signos precursores de decadencia nacional. Estos eran los caminos que tenían los pueblos para engrandecerse O para hundirse. Pero también había sus atajos, y entre ellos, los tratados y los casamientos p o r razón de Estado E n uno y otro caso, la violencia cedía a la astucia, y com o siempre hubo pillos y tontos, los más ladinos, so capa de concordia y de fingida amistad, despojaban bonitamente de bienes y territorios a los más crédulos, entre luminarias y salvas de pólvora. Terrible plaga fué para las naciones la de los negociadores y los casamenteros. A nosotros casi siempre nos tocó perder. Nuestros cariñosos aliados se hacían lenguas de nuestra b r a v u r a y de nuestra hidalguía, pero nos engañaban como a chinos. Y sucedió que. como tantas otras veces que la guerra había asolado las provincias más nobles de Europa, se pensó en la paz. F r a n c i a y España, por su parte, concertaron el Tratado de los P i rineos y el casamiento del Rey L u i s X I V con l a infanta doña M a ría Teresa de A u s t r i a h i j a de Felipe I V U n matrimonio típico de los de razón de Estado como años atrás lo habían sido el del propio Felipe I V (cuando no era más que príncipe de Asturias) con Isabel de Borbón, h i j a de E n r i que I V y el de la infanta A n a de A u s t r i a (hermana de Felipe) con L u i s X I I I hijo también de E n r i q u e I V y padre de L u i s X I V S i n que transcurrier r a fuucho tiempo, el mismo c a s o hizo el Rey S o l de su esposa que de España. C o n ésta jugó como quiso, hasta qxie- -porque quiso también- -colocó en el trono de S a n Fernando a su nieto el duque de. A n j o u PETICIÓN TA A Un matrimonio de Estado MARÍA TERESA POR DE AUSTRIA, VELAZQUEZ El duque de Gramont en Madrid. P a r a M a z a r i n o es decir, p a r a F r a n c i a el asunto, en sus dos aspectos, no podía ser mejor. E r a una buena presa y convenia revestir la solemnidad C o n todo el boato que su significación requería. E n vista de ello, el R e y c r i s t i a n í s i m o nombró como embajador extraordinario para solicitar d e l R e y católico la mano de la infanta al duque de Gramont, par y m a riscal de F r a n c i a que, aparte de otros títulos y empleos, era su m i- LUIS XIV, JOVEN, POR DE JEAN NOCRET. VERNACCl) (REPRODUCCIONES RUÍz nistro de Estado. E l cual (casi todo lo que sigue está copiado literalmente del relato de un testigo) tocó en los confines de estos r e i nos a principios de octubre de 1659, y habiendo sido desde ellos agasajado y festejado por las justicias y ministros de S u Majestad en todas las poblaciones por donde pasó, llegó en breves días a la quinta de Maucles entre el Hipódromo y Chamartín) desde l a que se dispuso su entrada en la corte, en la forma siguiente: Salió de Maudes el duque a la una del día? (jueves 16 de octubre) en un caballo de posta, adornado con una silla de chamelote de plata y nácar, cuajada de puntas de plata. Acompañábanle ios condes de Conteri y de G u i x sus hijos y hasta cuarenta caballeros franceses, todos en caballos de posta con diferentes y lucidos aderezos... A las dos de la tarde entró eti M a d r i d por la puerta de los Agustinos Recoletos, corriendo delante ocho postillones, con v a queros de felpa y nácar, cuajados de galones- de plata. Seguíanlos seis correos, y, detrás, el teniente de correo mayor de S u Majestad, con vistosas galas, a quien i n mediatamente sucedía la persona del d u que, solo, y, después, los caballeros de su séquito.

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