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ABC SEVILLA 15-05-1932 página 12
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ABC SEVILLA 15-05-1932 página 12

  • EdiciónABC, SEVILLA
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fumar d e t e r m i n a d a antidad de pitillos; usar los zapatos tanto tiempo; llevar los piiík i postizos v quitárselo con la amerirnna... Serví a una deidad, la economía doméstica, v en el engranaje de las necesidades de la casa cntral a crmo la m í insign i ficante ruede- cilla, í. os días transcurrían para mi entre bostezos. -Vete a la calle, que entorilas: hav que hacer la camas No vuelvas antes de las tres, porque no habré acabado de forrar la cortina. N o tn chc en el sofá, que le tozas. de júbilo. Por fin les comprendí... ¡TJm fcl dije a los seis meses de mi matrimonio a N o n i llón y Alodia- creen ustedes que la mujer de su casa es la mu er de su marido? Alodia Nmnll. tn me miraron como se mira a la esfinge: sin comprenderla. Me dedtqué a divc- rlirmr r n un cabaret, donde hab u ruido y desorden V se podía romper un Q otra respon b i t d i d que pagarle. Mi muier no M. -impacientaba por mis ausencias. Quizá le agráy Mi tía N o n i l l ó n abrazaba a C á n d i d a reJm. ando ¡úbilo. M i lía Alodia ía 1 ndr- ña ron lacriman- ¡Cándida, se es 11 camino! ¡Adelante, h í i a rota; adelante! Animada p o r s u pláe c mes, C á n d i d a r lesa r rolló todas sus iniciativas. -Mañana saco ese rtnrto. Y miraba al cuarto como mira el carnicero a un cerdo gorilo. al que. por fin. va a descuartizar. Se levantaba a las seis, poníase un mandilón, se l ¡al a un pañuelo la cabeza v sacaba el cuarto. (íolpe? gritos, barrer, frutar, sacudir, arrastrar muebles, oíase en la habitación prohibida a los profanos. Semejaba aquello los ejercicios de un domador en su jaula. A l anochecer cesaba todo ruido; me aproximaba. ¡N o entres! L o volverías a ensuciar todo! -me decía un espectro jadeante, parecido a mi mujer. L o mismo que el comedor, cerró la sala para no estropearla Por todas partes iba con una carnuza en el bolsillo, y a la menor opacidad de los metales csía sobre ellas, les echaba vaho y les frotaba enérgica. DeIrás de! os visitantci caminaba a cna ro pies, borrando con una bayeta las huellas de los pasos. Tuve que descalzarme en el descansillo de la escalera y cambiar allí las botas poT Lis zapatillas. ílay que estacar un incidente, el que tuvo por escenario e domicilio de los señores de Plátano. M i mujer y yo fuimos a saludarles. Sobra una mesa llena de polvo, Cándida escribió ron u dedíto: Marrana Los señores de Palano nos odian para siempre. ¿Y lo del cuadro antiguo? Poseía yo un lienzo del siglo x v i Candida lo encontró negro y sucio y le limpió con gasolina; se corrieron los colores y roe lo compraron como una ilr las mejnres obras del Greco. a I E -Quien lo tiene todo como una tacita de plata es! a sobrina de NonUlón y Alodia- -decían en tollas partes. -r í s el modelo de la mujer de su cata. Aquellos juicios eran justificados. F n mí hogar los objeto resplandecían; el orden superalia r. 1 de un cuartel; se respiraba imiírza; se podían comer sopas en H ueo íras -de mis t í a s cada habitación, intangible, defendúb por iloble llave; bdo los balcones cerrados, para que e sol no? e comiese el color Candida y yo viviendo en los pasillos y en el cuarto de armarios para no alterar la pulcritud, ni desgas ar los objetos, ni macular la cAsa; aquella esposa modelo, que no salía a la calle sino a comprar asperón, cera para los suelos y blanco de España: aquella desdeñosa r, ue a todos mis mimos rezongaba: -No estoy para bromas; hoy le toca a la batería de cocina. Aquella económica compañera, qu a mis proyectos oponía: -A mí no se me saca de mi obligación; vete tú solo a esc viaje... E l conjunto de tanta perfecciones era ejemplo, espejo donde las mujeres de su c a n se miraban. Me dediqué a icer, v a las pocas semanas se amontonaban los libros por d cnas. Una polilla aleve brotó de entre las píginas de un volumen. ¿Imagináis lo que sucedió? A! grito de espanto de mi esposa prodúiose una escena inenarrable. Toda te ca- a fué removida has a sus cimientos E n el drama ico episodio intervinieron la criada, tres asistentas, j portera los vecinos, los lamberos... Tuve que irme a tul holel ocho días, mientras mi tesoro hacía xafarranchn. N i una hoja de papel volvió a entrar en cr. sa. E l periódico lo repasata en la calle, a la lux de un faro? Recordé la satisfacción de lo do hermanitos el día que nos casamos. R tuvi rron como locos de alegría. Entonces me orprcivlicmu aquellas desmeMirnd. U muestra a u c a mm disminuían asi Ia. pmlinliilidades de ifewaatc de todos los obi tos de! h -gar. III ireruen ación del cabaret me proporciono la atristad de C u iui. Una no- -hc hailahomos. v en el calor de la improvi propuse acompañarla a su casa. ¿A qué casa? i S i yo no tengo casa! respuesta me hizo el efecto de un golpe en el corazón. ¿Y dónde vives, dónde guardas tus cosas? Cuqui se reía. -Donde me pilla, en el cuarto de cualquier amiga, en la portería de un cabaret. en los continentales Yo no tengo más que lo puesto. Todos los dias tiro lo usado v compro lo preciso, i S i ra vivir no h a c e ta nada! Aquella madrugada. Cuqui. en traje de baile, y yo de smoking, ayudamos a los mangueros a limpiar las calles. Nunca me he divertido tanto. Después... Pero no les cansaré con el relato de mi aventura. Transcurrida una semana, saliamos ella. Carlines erróte y yo para la frontera. Hoy, o cuatro somos los seres más felices de la creación y realizamos el sueño dorado de to os los que se casaron con una mujer de su casa: no saber dónde van a cenar y no estar empadronado en ninguna parte. Sólo me a ormenta de cuando en cuando el remordimiento. Cr o que he originado el asesinato de Cándida. 1. a abandoné con sus estropajos de alambre, su ab orl) cdor de polvo, sus botes de lustres, sus sacudidores, cepillos, bayetas y jaltón; su máquina de dar cera y su fuelle de malar chinche. Pero antes subí al tejado y partí una teja. Nada más. Parece que romper una teja no tiene importancia alguna, hra invierno y se produjo una (jotera. Me figuro lo que habrá pasado en mi perfecto hogar: primero, una mancha en e! papel del lecho: luegn, un desconchón, producido por la humedad; después, mías go as sobre el suelo; un c ioir ¡lio por fin... No me cabe duda! rándida d -bc de haber perecido en lurhr ron uno de su CMUlIfOl minúsculos. i a E TOMAS í Dibujo 1 Tnuler. BORRAS

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