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ABC SEVILLA 30-07-1932 página 4
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ABC SEVILLA 30-07-1932 página 4

  • EdiciónABC, SEVILLA
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Visita a Prensa Española. Ayer tarde, numerosas comisiones- -damos aquí una de ellas- -de los labradoras alicantinos que han venido a Madrid para entregar al Gobierno las conclusiones de la reciente Asamblea, visitaron la Casa de Blanco y Negro y A B C (Foto Duque. MEDITACIONES POLÍTICAS El vínculo nacional N o es la voluntad de una región- -se decía en la meditación que vio la luz con ci epígrafe de L a formación nacional -el criterio con que han de resolverse los problemas que la convivencia humana suscita. Su solución ha de apoyarse en los dictados del principio universal de sociabilidad y en la Historia. Sería, pues, totalmente inútil que preguntásemos a quienes ostentando alguna característica racial, cultural o histórica forman parte de España, cuál sea su voluntad en materia de convivencia nacional. N o siendo criterio para examinarla, se introducirían en el examen elementos por lo menos extraños. Y si eso puede y debe decirse de las voluntades regionales en el más amplio sentido de la palabra, no hay que esforzarse en probar que la voluntad actual de los regionales y la de los partidos regionales nada tiene que hacer en lo que a la con vivencia nacional afecte. De esta afirmación categórica hay que partir para desenredar la madeja que i n hábiles tejedores y pescadores en río revuelto vienen tiempos ha convirtiendo en inextricable maraña. Pero de esa afirmación tal cual acaba de ser plasmada, sin aditamentos ni arrequives, que yo no la he puesto. Como conozco mis clásicos- -perdón, mis nacionalistas, que nada tienen de clásicos y sí mucho de juglares- debo insistir en que el desahucio de la voluntad ha quedado pronunciado como criterio de convivencia nacional; no como medio de mejorarla o exaltarla. L o que no se discute, lo que cae fuera del á r e a de lo opinable, es el hecho de la convivencia misma. Tan inopinable es, que ni aun la nación puede hacer otra cosa que aceptarlo como uno de sus dogmas sociales. Si hay alguien en las Cortes Constituyentes que se imagine que una votación puede destruirlo, está profundamente equivocado. N o depende de la voluntad de E s p a ñ a- -e n el supuesto de que el Parlamento la representase, que yo en esto ni entro ni salgo por el momento- como no depende de las voluntades regionales, deshacer 1 hecho de su nacionalidad. L a soberanía nacional- -hablo de la verdadera, no del mito incongruente de Rousseau- -tiene en él límites infranqueables. Y bien: ¿principio universal de sociabilidad e H i s t o r i a han sido los artífices de la convivencia nacional en lo que respecta a Cataluña, las Vascongadas y Navarra? Esta pregunta puede formularse, para su mavor concreción, de este otro modo: ¿h a existido un espíritu nacional único para la E s r paña geográfica? Y o podría excusarme de contestarla. Si España se llalla desde siglos en posesión de un augusto cetro nacional, ¿con qué derecho osados malandrines pueden exigirle la exhibición de sus títulos de nación? ¿E s que hay sobre la superficie de la tierra una sociedad pública que se titule nacional, una sola, que supere a E s p a ñ a en el tiempo de ejercicio de facultades de ese orden y en eficacia jurídica del modo de su adquisición? Y como el hecho de que un solo cetro nacional haya regido durante aquél, desde el cabo de Machichaco hasta la punta de Tarifa, desde el de Crcus hasta el de Finistcrre, es incompatible con la existencia de más de una nación en ese territorio, no es a E s p a ñ a a quien correspondería exhibir sus títulos de nacionalidad, sino a quienes los contradicen, presentar los que elevan de pronto a la categoría de naciones a sociedades que no han sido hasta ahora sino fragmentos de nación. Pero es que, además, convivencia tan larga dentro de una sociedad de hecho no es sólo un hecho de sociedad: es la obra misma del principio universal de sociabilidad y de la H i s t o r i a es decir, generación dé nacionalidad. P o r eso en E s p a ñ a es tan fácil señalar empresas selladas con esta nota, puesta de manifiesto por su característica, quedes la unidad de destino social en los partícipes. ¿L i r i s m o s ¿C o n qué fin? Basta saber un poco de H i s t o r i a para que surjan a centenares en la memoria del lector aquéllas en que la cooperación de Cataluña, de Navarra y las Vascongadas no faltó; lo mismo antes que después de realizada materialmente l a unidad nacional. B a s t a r í a menos a ú n señalar el hecho irrecusable del nobilísimo principado uniéndose a A r a g ó n v rescatando de la morisma a Valencia y Baleares, para que con fulgores que ciegan se aparezca la conciencia de la unidad de destino de todas las regiones españolas, como guión de sus empresas. S i n esa coincidencia, el gran Rey de Navarra Sancho III el M a yor no hubiese podido pensar siquiera esta frase, augusta entre las augustas, cuyo sentido inequívoco han repudiado los nacionalistas vascos con puntas y ribetes de la m á s v i l de las traiciones: Porque desde que la execrable casta de los ismaelitas invadió el Reino de España, casi n i n g ú n culto de l a Religión divina hubo en los venerables l u gares de las iglesias de nuestra Patria P a r a aquel gran príncipe, aun intoxicado como- se hallaba del error patrimonialista, que viciaba las concepciones políticas de la época, existía un Reino de España; y ese reino, y no los parciales en que se había dividido, era la Patria. ¡Q u é lección se daba a los malos españoles del siglo x x desde las estribaciones del Pirineo, en el siglo x i! ¿Q u é opone la esquerra a ese texto tan claro, revelador de que España, como P a tria común de todos los españoles, no es una concepción hegemónica de Castilla? E l famoso hecho diferencial el idioma. Pero, aparte de que el idioma no es nota generadora de nacionalidad- -y la mejor prueba de ello es que con un cinismo i n calificable, después de esgrimirlo contra E s paña, los nacionalistas catalanes incluyen en la supuesta nación catalana al valle de Aran, cuyo idioma vernáculo no es el catalán- he de repetir lo que ya tengo dicho en otra ocasión, o sea Q U E L A M A S C A T A L A N A DE L A S DOS L E N G U A S Q U E SE H A I i l A X EN C A T A L U Í A E S E L CASTELLANO. Cuando Ayguadé, al relatar el pacto de San Sebastián, nos dice, que los catalanes se expresaban difícilmente en- castellano, además de incidir en una necia cursilería nos da la medida de la catalanidad de las gentes de la esquerra. T a n espontáneamente como nació en Castilla el r o m a n c é que después se llamó castellano nació en Navarra y en Cataluña. Sólo una insondable ignoranciao una mala fe notoria pueden afirmar hoy que el castellano es para los catalanes, l a marca del esclavo. Jaime I- -el Rey m á s catalán de los Reyes de Aragón- -se dirigió a los catalanes en castellano (el texto del documento está en la Academia de la H i s toria) E l mismo Rey pactó en castellano con Sancho V I I de N a v a r r a su mutuo prohijamiento (en el archivo de Pamplona se halla uno de los ejemplares) E n la magnífica edición de las actas de Cortes, llevada a cabo por la Academia indicada, figura en castellano el mensaje que Alfonso V e l M a g n á n i m o dirigió a las Cortes catalanas, con la especificación- -hecha en latín- -de que el Rey habló en lengua vulgar R u bio y Llucli, como modelo de corresponden- cia privada en Cataluña a principios del s i glo X I V presenta una sola carta, y está escrita en castellano (figura la obra en la Biblioteca Nacional) Y si Cataluña no se unió a Castilla hasta fines del siglo xv, ¿cómo con anterioridad pudo tener por idioma el castellano no imponiéndoselo nadie, sino porque había nacido en su propia tierra como brote espontáneo de ella? N o cabe decir lo mismo del que sólo en el siglo x i v se llamó catalán. É s t e idioma- -lengua de oc indiscutiblemente- -o se habló por primera vez en Cataluña durante la dominación de los Reyes francos- -tenidos siempre por extranjeros en el glorioso principado- -o fué llevado a éste de la P r o venza por los trovadores que siguieron a su princesa al contraer matrimonio con R a món Berenguer el Grande. E n uno y otro supuesto su origen fué extranjero, y sin que ello pueda ser causa para la m á s pequeña desafección después: de tantos siglos de aclimatación erí Cataluña, ni catalanes ni españoles pueden tolerar que la muestren por el nacido en su tierra unos cuantos desleales a su historia privativa y aduzcan

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