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22/01/1933
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N U M E R O EXTRAORD I N A R I O 20 C E N T S AÑO VIGÉSIMO t NOVENO. DE ABC NUMEROEXTRAORD I N A R I O 20 C E N T S AÑO VIGÉSIMO F Ü ¿NOVENO. LA G R E C I A EL P A R T E N O N GLORIOSA RESTAURADO e wsmm f i -i jf TMí? N LA ACRÓPOLIS. TEMPLO DE JÚPITER o hay nada menos democrático que la inteligencia, pites hasta para fijar los recuerdos establece jerarquías. Que se interrogue cada uno de nosotros y verá que no se han salvado del olvido en el vasto ámbito de su espíritu más que aquellas imágenes extraordinarias- -mujeres o ciudades, obras de arte o escenas dramáticas- -que le conmovieron profundamente. Todo lo demás resbaló de las retinas a la nada, sin recalar siquiera en la conciencia. Un temperamento andariego y curioso, aficionado al arte, selecciona, sin proponérselo, sus emociones y no guarda sino aquello que vale la pena efe ser conservado. Esa operación no está supeditada a un orden cronológico. A veces lo más viejo es lo que se contornea con más relieve en el ampo luminoso del recuerdo. ¿Por qué perduran unas cosas y se borran casi todas? Yo creo que lo que persiste es por la acción misteriosa de su prestigio. Y o he visto seres y ciudades, cuadros y estatuas, que no podría evocar ahora porque se han desvanecido en la bruma del tiempo. Supone Freud que la impotencia de la memoria es casi siempre resultado de nuestra inatención. Olvidamos, según él, lo que no hemos observado bien. Es una afirmación discutible. A mi modo de ver sólo se recuerda lo que, por su atractivo, queda definitivamente inserto en nuestro corazón o en nuestra experiencia. Y o no puedo oir o leer el nombre de Atenas sin que se opere dentro de mí todo el milagro de una resurrección. Esa palabra, que no es para otros sino una mera expresión geográfica, adquiere para mí una sonoridad espiritual que restituye a la vida todo un pasado del que sólo subsisten materialmente unas ruinas y unas páginas, unas piedras labradas y unas ideas, sobre las cuales ha reconstruido la crítica toda la civilización griega. Todo el que se esfuerza en reedificar algo que pueda encantarnos o enardecer nuestras ilusiones es nuestro bienhechor. Benditos sean, pues, los Santos Padres, que lian clasificado las Escrituras; los arqueólogos, -que han infundido apariencias de vida a los escombros; los historiadores, que forjan el crédito de las leyendas, y los poetas, que visten las humildes realidades materiales con la púrpura de sus ensueños. Sin ellos la tierra sería un desierto. Uno de esos taumaturgos inteligentes, celoso de la gloria del pasado, D. Nicolás Bátanos, ha emprendido la restauración del Partenón a expensas del Gobierno griego. Hacía, efectivamente, más de doscientos cuarenta y tres años que ias cariátides de Erecteón.

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