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ABC SEVILLA 18-04-1933 página 29
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ABC SEVILLA 18-04-1933 página 29

  • EdiciónABC, SEVILLA
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A B C. M A R T E S 18 D E ABRIL D E 1933- A D I C I Ó N D E ANDALUCÍA. P A G 29. EL PAPA CELEBRA LA PASCUA D E RESURRECCIÓN, B E N D I C I E N D O A L P U E B L O R O M A N O D E S D E L A LOGGIA E X T E R N A D E LA PLAZA D E SAN PEDRO L a ceremonia no se celebraba desde 1870. E c c e Sacerdos M a g n u s E l momento de la elevación de la H o s t i a Santa. E l Papa es aclamado como Príncipe de la P a z La ceremonia no se celebraba desde 1870 quino de brocado rojo, recamado de oro. A los lados, sobre un fondo también rojo, las armas pontificias. Delante del Trono, los puestos reservados para los cardenales, recubierto de terciopelo. Más fuera, otro para los obispos y prelados, cubierto con terciopelo verde. U n magnífico tapiz descendía del altar de l a Confesión, en el cual se admiraban siete candelabros cincelados por Benvehúto C e l l i n i una profusión de flores y de luces, rodeaban l a tumba de San Pedro; en el lado de la Epístola se había levantado otro ¡pequeño trono, en donde él Pontífice se vestirá las sagradas vestiduras para l a misa. to de ceremonias del Pontífice, y el príncipe Osini, asistente al Solio Pontificio, los marqueses de Sachetti y el marqués Serlupi, ¡caballerizo del Pontífice. i L a Silla Gestatoria iba sostenida por doce sediaris, rodeándole las Guardias noble y j suiza, así como dos flavelarios. ¡Las varas del Palio que cubrían l a Silláj las llevaban varios prelados de l a Asignatur a Apostólica. Siguen al Pontífice otros prelados nobles de la antecámara, los comandantes de los Cuerpos armados, los prelados domésticos, camareros secretos y l a Guardia suiza. Ecce Sacerdos M a g n u s Ciudad del Vaticano 17, 11 noche. (Crónica telegráfica. E l 29 de junio de 1870, Pío Í X después de celebrado el pontifical en San Pedro, bendijo por última vez a su Ejército de fieles desde la. Loggia externa de l a Basílica vaticana. L o s Papas que le sucedieron no pudieron ver repetida l a antigua y majestuosa grandeza de l a bendición pascual a l pueblo. H o y que los Tratados de Letrán han hecho posible l a unidad política y espiritual, otro Pío ha bendecido, con aquella grandiosidad, a una muchedumbre ingenua, que se calcula en doscientas m i l personas, llegadas también de ciudades lejanas de Italia, del extranjero y aun de más allá de los mares; en tanto que esto sucedía, en l a misma Roma se efectúan febriles trabajos diplomáticos para que el voto tan ardiente, manifestado repetidamente por este mismo Pontífice, tenga absoluta y plena realidad. Quien haya vivido en Roma estas jornadas conmemorativas de l a Semana Sarita, habrá podido observar l a fuerza moral, el alma y l a vida de l a capital de Italia, vuelta a su antiguo esplendor de ser el centro del mundo católico, maestra de l a Justicia y de l a paz entre los pueblos. Pío X I ha renovado aquella antigua solemnidad de l a bendición. Aparecido al pueblo en l a Loggia extrema de la Basílica con su majestad, su soberanía espiritual dentro de los confines del Estado minúsculo, pero el más grande moralmente de todos los del mundo; repitiendo con amplio gesto y voz firme las palabras rituales de l a ben. dición. Desde el Martes Santo, l a oficina de los maestros de cámara proporcionó más de cincuenta m i l billetes para l a ceremonia. E n realidad, l a Basílica de San Pedro puede contener más fieles pero conviene recordar que el crucero central y el ábside se necesitaban para el desarrollo de l a ceremonia. Preparativos para el Pontifical A las ocho de l a mañana, comenzaron a llegar los cardenales, que pasaron a l a sala de Congregaciones, situada cerca de l a p r i mera Loggia del Palacio Apostólico, revistiéndose con los hábitos sagrados, según el orden a que pertenecen: Esto es, dalmática para los diáconos, roquete los sacerdotes y manto pluvial los obispos. Todos con mitra. En l a sala llamada de l a Expoliación, se vistieron los cardenales Granito di Belmente, primer obispe? y. Verde, diácono ministrante. Los patriarcas, obispos y abades, se revistieron en la Capilla Sixtina, de manto pluvial y mitra. A las ocho y treinta, un batallón de la Guardia palatina, con bandera y música, desfiló por las principales vías de l a Ciudad del Vaticano, haciendo su entrada en la B a sílica por la puerta central. 1 L a Marteha triunfal, del maestro Silverí apenas pudo oírse, en medio de los vítores entusiásticos de l a muchedumbre. D e estq modo fué acogido y saludado el Soberang Pontífice qu -l a bendecía. E l cortejo se detuvo ante el altar del Sanv tísimo Sacramento, donde Pío X I hizo una breve adoración, prosiguiendo después ha- cía el altar de l a Confesión, en tanto que la capilla de música pontificia, dirigida pan. el maestro Relia, entonaba el Ecce Sacerdo Magnus. í E l Papa descendió de l a silla gestatoria, y después de una breve oración cerca del ¡altar, se instaló en el trono pequeño. I L a Schola Cmtomm de los Seminarios entonó el cántico de Tercia, y los cardenales y todos los obispos hicieron entonces! acto de obediencia. E l Papa, revestido con los hábitos sagra- dos, se dirigió a l altar, acompañado de tresj cardenales diáconos, y precedido de 3o s ¡maestros de ceremonia y de los capellanes j secretos. j Recitado el Introito y volteando el i n cienso sobre el altar, el Pontífice se dirigió al Trono del fondo del ábside, llevando con él a los cardenales Granito d i Belmonte y. a los otros dos diáconos asistentes. A su; derecha, el príncipe Colonna. E l momento dé la elevación de la H o s t i a Santa E s imposible seguir el complicado cere- monial de l a misa pontifical que culmina! en l a elevacióm cuando sobre l a multitud postrada el Pontífice levanta l a Santa H o s tia y el Cáliz. D e l a cúpula bajan las notas de una melodía religiosa, del maestro Longhi. Entonces, del corazón paternal delj Pontífice, se levantó potente una oración: para l a Humanidad entera que, en eí Vica- rio de Cristo, tiene l a prueba segura da ¡perpetuarse en la divina promesa, pronunciada en el Gólgota desde hace diecinueve siglos. j Otro momento de emoción fué la Comu- nión del Pontífice. i E n el de i a Purificación, el príncipes Colonna se postró con sus dos rodillas eq tierra ante el Papa, derramando el agua. 1 1 E l cortejo de S u Santidad E l Sumo Pontífice, poco después abandonaba sus habitaciones privadas, acompañado de los nobles de l a Corte, escoltado por l a Guardia noble y precedido por números de la Guardia suiza. Así descendió a la Sala de los Paramentos, para revestirse con el manto papal y l a magnífica mitra. Precedido de los cardenales se dirigió a l a Sala Regia, instalándose en l a Silla gestatoria. L a Guardia suiza abre el magnífico cortej o siguen los procuradores generales; superiores de las Ordenes religiosas, capellanes, camareros y clero secreto; abogados consistoriales clero de l a Cámara Apostólica y los Hábitos sagrados; después, los penitenciarios de San Pedro, y por fin, los acólitos con sus varas guarnecidas de flores. E n lo alto de l a escalera regia aparece el Pontífice en su Silla Gestatoria. Precédenle una larga fila de abades, obispos, arzobispos y patriarcas latinos y griegos (éstos últimos con magníficos mantos pluviales) después, los cardenales de la Orden de Sacerdotes, de la de Diáconos, y de la de Obispos. Delante de l a Silla Gestatoria van el cardenal Fümasini Biondi, último de los de la Orden de Sacerdotes; el cardenal Laurenti, segundo de l a de Diáconos, y el cardenal Verde, diácono ministrante. Dos ministros del rito griego, que leyeron en su idioma l a Epístola y el Evangelio. También el prefec- Animación en la plaza y Basílica de San P e d r o Esta mañana, lo mismo que sucedió el día de l a apertura de la Puerta Santa, l a animación en la plaza de San Pedro y alrededores comenzó desde primera hora. L a parte externa de l a Columnata estaba guardada por un cordón de Carabinieres italianos, que regulaban l a afluencia del público. Dentro del Estado Pontificia y en l a Basílica, había gendarmes pontificios, en uniformes de. gala, con el kolbac napoleónico. E n las entradas de varios aposentos y en las tribunas, l a Guardia Suiza, con alabardas, y camareros secretos y de honor, con los característicos uniformes españoles. E n el fondo del ábside, bajo l a Gran Gloría que Bcrníní ideó ¡para Custodia de l a Cátedra de San Pedro, se levantó el Trono Papal, sobre cinco escalones, formado con un dosel de damasco blanco y un balda- T e r m i n a Ja misa de pontifical E l Soberano Pontífice, dirigiéndose des p u e s al centro del crucero y arrodillándose en el reclinatorio, asistió a l a adoración de las reliquias mayores. Volvió a ordenarse el cortejo, que salió al pórtico de l a Basílica, Desde el fondo del portón de bronce, el cortejo, que sale lentamente por l a Escala Regia, ofrece un espectáculo maravilloso. L a s campanas de San Pedro tocan a Gloria y le responden todas las de l a ciudad que celebran a Cristo vencedor de la muerte. E l eco es transmitido por las ondas etéreas hasta los lugares más alejados del mundo y a u n! también a aquellos en que su nombre es i ofendido y donde su Iglesia es perseguida. j

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