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ABC SEVILLA 28-04-1933 página 4
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ABC SEVILLA 28-04-1933 página 4

  • EdiciónABC, SEVILLA
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eial para que pueda llegar el día en que sea gobernada como necesita. Eso es lo importante. Que lo demás se nos d a r á por añadi dura. Porque E s p a ñ a es mayor de edad y cuando se l a hayan pasado del todo los efectos de l a borrachera democrática, ya sabrá, ella ver luz donde l a haya y claridades donde resplandezcan. Pero para llegar a ese resultado tienen que pasar muchos días y muy amarg- os. Porque cuando un pueblo se embriaga con falsos ideales, lo menos que puede esperar en caso favorable son dolores de cabeza y quebrantamiento del cuerpo. D i g a n lo que digan los doctores optimistas, que sólo ven en el paciente que sufre al cliente que paga. HONORIO M A U R A CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA En torno a una revolución r AL SR. GIL ROBLES. -Grupo de algunos de los cuncyiwtes al honor del Sr. Gil Robles (x) en los ocales de Acaon Pablar pan, celebrar el resultado de los elecciones municipales del domingo vltuno. (hoto eyr, colaren HOMENAJE que se quiera, pero sólo un paso. Y hay muchas leguas que andar todavía. Y o no comparto los optimismos de los que creen que el Gobierno se va a dar por vencido con lo que ocurrió el domingo. A u n que lo hubiera pensado. Aunque lo haya d i cho. U n a contradicción m á s entre las palabras y los hechos no creo que les asuste. Sería demasiado hermoso, demasiado sensato que bastasen las elecciones parciales que acaban de celebrarse para convencer a un Gobierno, que ha tenido tantos otros motivos para hecerlo, de. que debe marcharse. Y si, por un milagro íó Racé, o no hay lógica y firmeza en sus convicciones, tantas veces expuestas y tan machaconamente repetidas, de lo que debe ser el régimen, o sólo l o hará para dejar paso a otro Gobierno, tan igual o parecido a éste en personas y tendencias, que no v a l d r á la pena de hablar de ello como cambio de situación. Pero vamos a dar por hecho el milagro. Y a se ha ido este Gobierno. Y a se ha formado otro de republicanos de derechas, llámense como se llamen. ¿Y q u é? ¿E s que no ¡hemos oído doscientas veces y en todos los tonos imaginables que lo actuado es intangible, que no se puede rectificar nada, que a lo más que se puede aspirar es a la aplicación de las leyes votadas con un criterio m á s amplio y m á s tolerante? E n una palabra: que se puede cambiar la forma, pero no el fondo. Pues yo voy m á s allá. Y me pongo incluso en el caso de que eso no sea así. Y o llego hasta creer que convencidos esos futuros gobernantes, no tan inéditos, como ellos se imaginan, de que el camino emprendido sólo puede llevar hacia el abismo, rectifiquen totalmente la política del régimen, y, a pesar de sus afirmaciones de antaño, deshagan, destejan y desanden gran parte de lo hecho tejido y andado. ¿Y qué? ¿E s que hay algún inocente que crea que los que hoy están en el Poder van a contemplar desde la oposición tranquila y plácidamente el espectáculo? N o U n a persona de gran talento y cultura política me decía, hace y a tiempo, hablando de los hombres del nuevo r é g i m e n S u mayor equivocación consiste en creer que se pueden redactar las leyes que ellos habían soñado sobre las espaldas d e l país v que el país se va a estar quieto Inconvenientes de la inexperiencia. S i llegase ese caso veríamos repetirse un espectáculo que ya conocemos de sobra, y que, además, se nos ha anunciado con toda claridad. S i n la benevolencia socialista no pue de gobernar el régimen. Las huelgas se multiplicarían. L o s conflictos sociales se h a r í a n más agudos, la oposición parlamentaria sería algo m á s tenaz y práctica que la que estamos presenciando. S i n contar con un sinfín de problemas latentes que tampoco se solucionan por el mero hecho de cambiar de política. Entonces... ¿q u é solución hay? ¿Q u é esperanza nos queda? Y o no veo mas que una. Y al llegar aquí me imagino la sonrisa, un poco despectiva, de los que me creen un señorito fanático y obcecado. ¿L a restauración, n o? Pues no. señores míos. N i aun eso sería solución. Y o soy un monárquico convencido, y cada día que pasa, m á s Pero no deseo, por ahora, una restauración. L o que deseo, porque antes que monárquico soy español, es que mi Patria se entere, como se van enterando otros países, de que en las circunstancias actuales del mundo el sistema democrático es incompatible con la gobernación que los Estados requieren, sean m o n á r q u i cos o republicanos. P o r eso quiero y espero que l a democracia agote todas sus posibilidades, absolutamente todas, a l a izquierda, a l a derecha y en el centro, para que Españ a se convenza de esa verdad, que es esen- D o n César Silió es uno de esos raros hombres, como ya apenas se ven m á s que en Castilla, inteligentes sin teatralidad, austeros sin presunción, cultos sin pedantería y oradores sin énfasis, que han pasado por la vida pública sin haber sacrificado una parce ¡l a de su deber a los atractivos insidiosos de l a ambición. De toda su persona se desprende, pese a su sencillez, un no sé qué de distinguido que es, a un mismo tiempo, indicio de señorío y desdén de la ostentación. E l observador superficial, que sólo se atiene a las apariencias, suele clasificar a estos hombres, que andan por el mundo sin hacer m á s ruido que el indispensable para que se les oiga, como talentos de segunda fila. E s porque carecen de empaque y no sienten afición a la intriga. L o que les caracteriza es la firmeza de los ideales, el tesón de las convicciones y la constancia de las actitudes. E l ilustre ex ministro vino a la política de la mano de M a u r a y no se apart ó de él ni en la actividad ni en el retiro que voluntariamente se impuso el gran estadista mallorquín en los días precisamente en que más había menester la Patria, y a en pleno desconcierto, de su experiencia y de su autoridad. Y o no conocía al Sr. Silió como escritor ni esperaba su revelación como historiador en unos tiempos en que aun los hombres m á s heridos y vejados del antiguo r é gimen fingen condescendencias con lo presente o hablan con una tan cautelosa moderación, que sus palabras adquieren el ambiguo sentido que solía dar el oráculo de Delfos a las suyas. Esa noble entereza para decir con oportunidad lo que no conviene callar es también un rasgo muy a la castellana. H e dicho historiador y no cronista porque aquél se diferencia de éste en que penetra m á s hondamente en las realidades morales y deduce de sus observaciones una serie de principios que aseguran a su obra un respeto y una permanencia que solemos regatear ai cronista, sin duda porque T V C J vemos favorecidos diariamen- nos parece lo que dice menos maduro. Pero, Sr. Silió, el te con innumerables cartas, en que en el unidos en unacronista y el historiador están ensambladura espiritual los lectores de A B C exponen ini- que los unifica sin rebajar los quilates i n telectuales de cada uno. Cómo iba a cociativas y observaciones, muchas mentar el ilustre ex ministro acontecimientos esquivados por su atención o por su de ellas oportunas y plausibles. pluma? Para examinar todo un proceso nacional, desde sus orígenes hasta la fecha, le JVo siéndonos posible materialmen- ha sido indispensable remontar la corriente contestar a tan copiosa corres- te de los sucesos, puntualizándolos aisladamente, cronológicamente, antes de agruparpondencia, rogamos a nuestros co- los en series. T a l vez sus adversarios en doctrina y en orientación política encuentren municantes que reciban con esta ese relato menos provisto de la objetividad que quiso dar el escritor a los hechos. L a lineas nuestra disculpa y no inter- objetividad es una ilusión de nuestra inteligencia, l a cual no invade lo sino preten a descortesía ta falta de al t r a v é s de nuestro temperamento, real, nuesde tra educación y de nuestras tendencias morespuesta particular. rales, estéticas y religiosas. Solamente los

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