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ABC SEVILLA 13-12-1933 página 13
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ABC SEVILLA 13-12-1933 página 13

  • EdiciónABC, SEVILLA
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PÁJAROS fritos. FRITOS de Madrid ha pájaros E l g o b e r n a d o r de prohibido la venta Vaya por ciclante la afirmación rotunda de que a mí no me gustan los pájaros fritos, y, consiguientemente, que me tiene en absoluto- sin cuidado que se vendan o dejen de vender. Desde el punto de vista gastronómico, la orden prohibitiva del gobernador de Madrid no me interesa. Pero si como consumidor me deja indiferente, como ciudadano amante de la igualdad, de la justicia, de la lógica y de la sindéresis me exacerba y me saca de quicio. Nunca he podido transigir con estos aspavientos ridiculos de sensiblería mojigata. ¿Por qué prohibe usted, señor gobernador, que se vendan pájaros fritos? ¿Para evitar a ios espíritus delicados el espectáculo doloroso de esos animalitos inocentes sacrificados a la voracidad de los hombres? Pues disponga usted en el acto que desaparezcan de la vista del público esas parejas de perdices que vemos en las tiendas de volatilería colgadas de un garfio por el pico. ¿Por qué ha de ser de mejor condición un gorrión que una perdiz? ¿Qué delito ha cometido la perdiz para que se le niegue un privilegio de excepción aue tan generosamente se concede a los pájaros? Entre un pájaro y una perdiz yo no veo más diferencia sino que la perdiz es más grande y más sabrosa. Si sólo nos atenemos a la razón sentimental de no matar animalitos inocentes, hay que suprimir la venta de perdices. H a y que evitar a toda costa el espectáculo de esos pobres pavos, que precisamente qhora empiezan a recorrer en manadas las calles de Madrid, como anticipo suculento de los festines de Nochebuena. P o r qué no ha de inspirar compasión un pavo? u n pavo, y una gallina, y esos magníficos capones que dentro de unos días veremos- en los escaparates, orondos y cebados, alicientes del apetito y tentaciones del paladar. Y o desearía que todos esos espíritus sensibles que se estremecen de horror ante un barreño de pájaros fritos se pusieran por un momento, siquiera fuese imaginativamente, en el caso horroroso de un capón para que comprendieran toda la iniquidad de la orden de vuecencia. Sí, señor gobernador la crueldad humana es espantosa, ero la sensiblería es insufrible. E l otro día cayó en mis manos una receta para guisar langosta a la americana. ¿N o la conoce usted? E s una cosa horrible, que sólo de leerla pone los pelos de punta y hace estremecer de espanto al ánimo más sereno. Se coge una langosta grande y viva- -tiene que estar v i v a- -y cori un cuchillo bien afilado se corta en trozos regulares, recogiendo toda la sangre que suelte, y se saltea a fuego vivo. ¡Espantoso! Y o creo, señor- gobernador, que debe usted prohibir que se guisen langostas a la americana. A la americana y de cualquier otra manera. Porque echarla viva en una cacerola de agua hirviendo no me parece tampoco un refinamiento de sensibilidad. ¿Y el foie gras? ¿A qué torturas, a qué suplicios, a qué sufrimientos no hay que someter a un pobre pato para que su hígado se hipertrofie y produzca esa grasilla tan suave y tan apetitosa que constituye la delicia de los buenos gastrónomos? ¿A usted le gusta el foie ¡ras, señor gobernador? A mí, mucho. Pero convenga usted conmigo en que estremercerse de dolor ante el cadáver frito de un pájaro y regodearse con una rebanada de foie gras, no es equitativo, ni lógico, ni justo, Aparte de que el pato es un animal muy sensible. A mí me regalaron. una vez. dos patcs, y, como es natural, en casa decidimos comérnoslos. Empezamos por uno. Fuese porque el cuchillo no cortaba bien, o porque la cocinera estaba un poco torpe, el sacrificio resultó cruento. E l pobre animalejo daba unos graznidos espantosos. ¡El otro pato, que aba también en la C O C T I P al oír G r a z n a r á su hermano, se refugio asustadísimo debajo de la mesa, y allí estuvo temblando hasta que le cogimos para sacrificarle a su vez. Tenía los ojos húmedos de llanto. L e doy a usted mi palabra de honor de que el pato lloraba. Y o no he visto jamás llorar a los gorriones. Entonces, ¿qué razón puede haber para que se otorgue a ios gorriones un privilegio de conmiseración que no se concede a los demás animales que constituyen nuestro sustento diario, el tierno corderito, el dulce ternero, el candido palomo, el lechoncito de carne sonrosada, que a l verle en la bandeja casi casi da la impresión de un niño dormido en el moisés ¿Acaso porque los pájaros- son beneficiosos para la agricultura? N o sé, no sé... Y o tengo un pequeño jardín y una pequeña huerta, y puedo a usted decirle, señor gobernador, que los pájaros se me comen los tomates, se me comen las lechugas, se me comen las escarolas, se me han comido este año todas las guindas, todas las ciruelas, y han acabado con toda mi cosecha de higos. Y o iba a tener este año lo- menos cuatro docenas dé higos, y no me han dejado ¡ni uno! ¡Cómo voy yo a sentir compasión pollos pájaros! L o s odio, señor gobernador. Si nó me los como es porque no ine gustan; pero pájaro que se pose en los árboles líe mi huerta está condenado! a muerte. Y o soy bueno y no hago daño a nadie; pero tampoco consiento que me lo hagan a mí. Y sobre todo, seamos justos. S i sentimos piedad por los animales, sintámosla por todos. Pero por todos por igual. S i n privilegios. Sensiblerías, gazmoñerías, cursilerías, ¡n o! PEDRO MATA. ABC EN NUEVA YORK L a República y H o l l y w o o d L a ¡República española no la han traído ni los socialistas, ni los intelectuales, ni la masa estudiantil, ni la Dictadura. L a revolución española ha venido de Hollywood. Hollywood, importando en España los usos y costumbres de la joven moderna- el traje de baño, la supresión de medias, el pelo corto, la mujer intelectual -ha producido tal revulsión en la vida del pueblo, que el único escape posible para España fué proclamar la República. Esto es lo que viene a decirnos m i s s A n i ta Brenner, corresponsal extraordinario en M a d r i d de The New York Times. Pero vamos por partes, porque hay tela cortada para rato. La España de la literatura y de la leyenda- ¿la de Gautier? -está desapareciendo de prisa. Las Coyas y Murillos vivientes que se pasean por las calles de Madrid y de Sevilla serán pronto reliquias de Museo E s a transformación se debe a que los hombres de la República- -copiando, indudablemente, a Hollywood- lian rasgado el velo que entenebrecía la vida de familia y arrinconado en la guardilla a los dioses de hogar Malo es el modelo que hemos ido a tomar. Hubiéramos preferido cualquier otro al de Hollywood, incluso la vida de boulevard parisino, con toda su frivolidad; pero, en fin, a grandes malos, grandes remedios. Porque los españoles no nos damos cuenta exacta de lo que era España hace dos años. E i público debe leer diariamente nuestra sección de anuncios p o r palabras clasificados en secciones. E n e los encontrará constantemente asuntos que pueden interesarle. Hace dos años las playas estaban discretamente divididas en tres partes: mía para mujeres, otra para hombres y la tercera para familias. Y algunas veces, al entrar en esta sección, era necesario acreditar la partida de matrimonio. Hace dos años un vestido sin mangas hubiera producido gestos de asombro, y en muchas iglesias se prohibía la entrada a los niños pequeños si llevaban pantalones cortos. En tiempo de la Monarquía gran parte de la Población consideraba un pecado bañarse. Ahora, por lo visto, se baña todo el mundo. Claro está, desde que ingresaron ciertos elementos en la política, todo español consciente sintió un acuciador deseo de limpieza y se metió en el baño. Las muchachas de esta España, que hace dos asios era un pueblo- feudal han encontrado su Tabor en el nuevo sistema, porque ya están cansadas de vivir detrás de las celosías y de las barras de hierro de sus balcones. Ya nadie puede obligarlas a lievar vestidos abrochados hasta las orejas y mangas largas. Ahora miran a Europa y a América- ¿a H o l l y w o o d? y dicen: i Queremos ser así! Y dé este modo ¡a mujer española ha dado un salto de muchas generaciones Esta inesperada revolución ha causado en poco tiempo dos víctimas: las dueñas, herencia medieval auc va desapareciendo, y los p i ropos. Hace. dos años, un hombre no necesitaba mucha inventiva para echar flores, porque no encontraba en la calle más de media docena de muchachas pero ahora ya es otra cosa. Ahora tendría que inventar boiíqucts para centenares de mujeres. ¿Si nos moveremos- en comparsa, como las coristas de Hollywood? Otra conquista de nuestros políticos es la reforma en el estilo oratorio, que ahora es breve, claro, rotundo; sin cumplimientos, sentimentalismos ni retórica Podemos ver que miss Brenner ha presenciado alguna sesión de Cortes. Finalmente, hace un cálido elogio a la afición que se ha despertado en todo español por la lectura de periódicos. Esta fiebre por leer la hemos adquirido, sin duda, en el último bienio, porque en 1030. el otro corresponsal de The A cw York Times, el corresponsal ordinario, M r F r a n k L Kluckhohn, afirmaba que en España no había anuncios a lo largo de carreteras y ferrocarriles porque los españoles no saben leer y que los periódicos que más se vendían eran Nuevo Mundo y Mundo Gráfico, porque son los que compran los analfabetos ¡Imagínense ustedes las posibilidades de un pueblo que en tres años pasa del analfabetismo a da fiebre de la lectura! S i yo conociera a rhiss Brenner, le aconsejaría que ofreciera sus crónicas a toda la Prensa de habla española, en la seguridad de que le serían aceptadas con regocijo. Sus revelaciones, lejos de molestar o producir indignación, causarían en todos los lectores del mundo hispano el mismo efecto: un estallido de risa, una carcajada estrepitosa, antiestética, espontánea, muy poco puritana. U n a carcajada de cinematógrafo, verdaderamente digna de Hollywood, aunque no es i m portada de allá, sino muy castiza y muy nuestra. Y es que, cuando vemos que individuos que no comprenden ni la cultura n i el espíritu, y a veces ni la lengua, de nuestros pueblos se ponen a escribir artículos o libros, o a dar conferencias sobre nosotros no podemos menos de incluirles en el grupo de los humoristas, y reírnos, no de ellos, sinc con ellos; no de sus errores, sino de su imaginación; no de su labor, sino de la credulidad de su público. Y agotada la risa, sentiríamos todos cierta admiración hacia ello; por la valentía que supone meterse en e cercado ajeno con semejante bagaje. T MARGARITA D E M A Y O I Z A R R A Nueva Y o r k noviembre.

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