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ABC SEVILLA 13-12-1933 página 15
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ABC SEVILLA 13-12-1933 página 15

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MADRID- SEVILLA 13 D E D I C I E M B R E D E 1933. N U M E R O S U E L T O 10 C E N T S DIARIO ILUSTRA DO. AÑO VIGÉS I M O N O V E N O. NUMERO 9.541 K E P ACCIÓN; PRADO P E SAN SEBASTIAN. SUSCRIPCIONES X ANUNCIOS, MUÑOZ OLIVE, CERCANA A TETUAN, SEVILLA CONMINACIONES IMPERTINENTES E l destino d e España D José Ortega y Gasset estaba recluido en hosco silencio que repelía toda curiosidad, interpelación o consulta. De repente ha lanzado con unas formidables columnas de su excelente prosa un estrepitoso ¡viva la República! E s que el régimen sale de una grave crisis de izquierdismo para caer en otra no menos grave por el tirón derechista y en esta situación de aparente peligró el Sr. Ortega y Gasset proclama la inmortalidad de la República. Pase lo que pase la Monarquía no puede volver, yace aplastada bajo la pesadumbre de una profecía infalible que fué el delenda inexorable del filósofo. Pero el filósofo no se ha tranquilizado con el grito y vuelve a la tesis de la inmortalidad republicana con otro buen cargamento de prosa. N o hay en la H i s t o r i a- -d i c e- -u n hecho tan claro y transparente como el advenimiento de la República. Quien haya seguido al Sr. Ortega y. Gasset desde el csmbio de régimen a través de sus artículos, conferencias y discursos no lo verá tan claro si no tiene otros elementos de juicio. L a República no fué traída por nadie. N o significa el triunfo de una teoría republicana. N o es una República de republicanos. Triunfó cuando sólo quedaban residuos y supervivencias del republicanismo... ¿Y por qué triunfó así? Sencillamente por consunción de l a Monarquía: L a Monarquía estaba exhausta como fuerza directora de la nación. E s decir, que el año 31 cada elector de los que se llegaron a las urnas a elegir concejales llevaba en su mente l a crítica de un proceso secular, el dictamen de muchas generaciones y una sentencia de la Histor i a E r a un voto trascendental que venía elaborado por los siglos. Los electores de abril recibirán con desconcertante sorpresa esta explicación de su voto. L a verdad es que para emitirlo ninguno dejó de sentir causas exclusivamente actuales, nobles i m puras, serias o frivolas, y ninguno salió de su ambiente, que era el ambiente de unos días, de unos meses o de unos años, según, la atención, la pasión y el interés personal o impersonal de cada uno en la vida pública. L o s que no acertaron a verlo el mismo día, lo vieron muy pronto: desde que. la Repú- blica empezó a ser y a construirse, a llenar el rótulo y a tomar cuerpo con alguna subs- taftcia original. Se vio precisamente que el voto de abril 110 había contado con l a Historia n i para nada tuvo en cuenta el pasado. No es esto, no es esto! fué el clamor creciente del país, y su primer vocero, el S r Ortega y Gasset. Empezó a crujir el régimen, que hoy tiene frente a sí todo lo que tuvo la Monarquía y mucho más. ¡N o es esto, no es esto! Esto y lo que a esta ha- ido añadiéndose mucho peor, para todos, como para el Sr. Ortega y Gasset, no es l a República. L a República está en el aire todavía, es una abstracción, una palabra, una quimera; España no ha encontrado la República que, según el delenda infalible del filósofo es su destino. ¡Esto de que abomina d. Sr. Ortega y Gasset ba cumplido, la necesidad primera del cambio de régimen: es, aunque detestable, una diferenciación del pasado y del presente, de la Monarquía y de la República. ¿H a y otra diferenciación con otra República? L a del filósofo es todavía un secreto. L a ética y la estética, los principios de moralidad y elegancia, y las vagas generalizaciones que predica el Sr. Ortega y Gasset no resuelven el caso. L o que motiva el clamor de protesta es el choque del régimen. con la Constitución histórica del país, con el pasado y con la tradición. Quien hable como el señor Unamuno, sin reservas de vanidad y sin precauciones habilidosas, lo dice mejor. E l señor Unamuno quiere una República monárquica todo el monarquismo que pueda caber en una República. A l Sr. Unamuno le sobraba el Monarca, pero no le estorbaba la Monarquía n i comprende que España pueda v i v i r fuera de su Constitución histórica. E l Sr. Unamuno sí que vio claro y transparente el voto de abril. Y de seguro que no siente las dudas, confusiones y sobresaltos del Sr. Ortega y Gasset, ante el poderoso movimiento de las derechas, el cual es l a lucha del país por retener su destino y volver a su centro. ¿Una política o un régimen? no es República, o cuál? tropezarán peligrosamente en el indiscutible derecho de los republicanos a defender hasta lo último el régimen S i lo primero es el derecho a suprimir l a disidencia y, a imponer la unanimidad y la sumisión, que ningún régimen ha tenido jamás en el mundo, ¿en qué consistirá lo último? ¡A buena hora viene el filósofo a votar por la ley de Defensa! N o le basta, por lo visto, el fallo inapelable con que cerró para in eterno el sepulcro de la Monarquía. L o s monárquicos y la Monarquía H a y un partido monárquico representado en las Cortes con más número. que algunos partidos republicanos. H e aquí cómo necesariamente, mientras haya monárquicos, el régimen tiene que estar en cuestión sin que nadie deba escandalizarse, n i negar vía franca a la política noble con que se dejan discutir y cuestionar todos los regímenes. ¿Para qué cree el Sr. Ortega que figuran en la Constitución de la República los preceptos de revisión que ha votado él? T a n diáfana como en su definición es en su actitud y en sus procedimientos la fuerza monárquica. Nada pretende n i admite fuera de la legalidad, y tampoco en l a legalidad se propone una acción impaciente, n i aprovechar azares, cuyunturas y vaivenes de la política para construir en falso una obra prematura, n i realizar por su sólo esfuerzo Ta aspiración restauradora aunque le ayudase la fortuna. L a Monarquía no es nada si no es la nación, y no puede ser un- partido n i la obra de un partido. Tendrá que ser. la experiencia reposada y colmada del pueblo la que restaure el ser natural e histórico de España después de agotar la prueba del régimen postizo con toda la lentitud y amplitud que necesite para su desengaño. Y esto es lo que no acaban de entender los recelosos y los intolerantes que sueñan con el acecho monárquico: el interés del monarquismo es que el país experimente hasta l a saciedad todas las fórmulas republicanas; esta República, l a otra y la de más allá, y si es posible alguna sin los republicanos o contra los republicanos, es decir, contra el espíritu y la significación que ellos han elaborado para sus masas en la pugna con el espíritu y la significación de la Monarquía. E l anícnlo del Sr. Ortega evoca una página, la más interesante de estos años, y es ella el testimonio irrecusable de la probidad y del patriotismo en que se inspira la oposición monárquica. Algunos m o n á r q u i c o s escribe- -censuraron a D Alfonso X I I I porque entregó el régimen que representaba. T a l decir me parece estúpido y pura, fraseo- logia de gentes irresponsables. D Alfonso cumplió con su deber. Pudo perfectamente sacar el Ejército español a la calle para combatir al pueblo español, y es muy posible que hubiera logrado vencer militarmente. Pero esa victoria no era una- solución... N i los republicanos, n i las Cortes Constituyentes hicieron justicia al Monarca, que en una hora grave cíe su Patria supo cumplir un deber difícil. Bien demostrado quedó en aquella inolvidable jornada que l a Monarquía nunca prescindirá del pueblo y. no hará para restaurarse lo ¡que noj quiso hacer para sosteneros. A cambio de ver en algunos hechos lo que no ha visto nadie, deja de ver en otros lo que ve todo el mundo. Encuentra obscura, enigmática y peligrosa la actitud de las derechas, enviadas triunfalmente al Parlamento por diez millones de ciudadanos que no filosofan y np han sentido perplejidad n i para elegirlas. H a n elegido monárquicos, republicanos y fuerzas que no se han definido en la forma de Gobierno. ¿L o quiere más claro el señor Ortega y Gasset? Ño hay. cuestión de régimen. E l voto nacional no condena, n i salva el régimen. V a como el señor Ortega en sus catilinarias, contra casi todo lo que ha hecho la República en el bienio, y contra eso va también l a representación parlamentaria del voto nacional. Pero, apurando su recelo, temeroso, quiere saber el señor Ortega no sólo adonde van y a lo que van las derechas, sino lo que son. L o que eran antes del 19 de noviembre ya lo sabía el ilustre inquisidor: E r a n monárquicas, unas; indefinidas y con algunos adeptos monárquicos o republicanos, las otras. Parece que después del triunfo es obligatoria e i n eludible su definición, so pena de no se sabe qué, luchas y estragos. Mientras el régimen se halle en cuestión, no, puede quedar vía franca a una política normal. Y los que no acepten la República ¿esta imperante, que duda Nos vemos favorecidos diariamente con innumerables cartas, en que los lectores de A B C exponen iniciativas y observaciones, muchas de ellas oportunas y plausibles. N o siéndonos posible materialmente contestar a tan copiosa correspondencia, rogamos a nuestros comunicantes que reciban con estas líneas nuestra disculpa y no interpreten a descortesía la falta de respuesta Darticulat

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