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09/03/1934
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MADRID- SEVILLA 9 D E MARZO DE 1 934. NUMERO DIARIO DO. M ILUSTRANU 16 Sí O T R Ü 9.6 G E S l M O. ERO S U E L T O 10 C E N T S CERCANA A TETUAN, SEVILLA MI Nos daría miedo si no nos sintiéramos bastante fuer. tes, porque tenemos razón. El Socialista de ayer. EDO RAZÓN Y RAZONES Este miedo que sentiría El Socialista si no estuviese seguro de su fuerza, se debe sencillamente al éxito ruidoso que el ministro de Comunicaciones ha obtenido en la C á m a r a con su enérgico discurso en defensa del principio de autoridad y del restablecimiento de l a disciplina, tan quebrantada en estos últimos tiempos. Pero no es el discurso en sí mismo lo que asusta al heroico propugnador del frente único, sino la evidencia de que l a mayoría parlamentaria está dispuesta no ya sólo a aplaudir, sino a vitorear y a abrazar a todo aquel que se e m frente desde el Poder, cuanto más violentamente mejor, con las organizaciones obreras. E l Sr. C i d es ante todo un antimarxista- -comenta El Socialista, desolado- y esto es suficiente para que se le ofrezcan todas las asistencias de la C á m a r a L o m á s triste para El Socialista es que la suposición es exacta. Y todavía le falta por hacer otra deducción m á s importante: N o es la Cámara, es la mayoría de la nación la que es antimarxista. N o es España, es el mundo quien está hasta los pelos de socialismo y de marxismo. ¿Q u e fué, bajo su pretexto aparenté de protesta, contra las irregularidades del asunto Stavisky, el motín callejero de P a r í s que costó la vida al Gabinete Daladier, m á s que una reacción contra las demasías socialistas? ¿Q u é significación tiene la lucha entablada alrededor de las elecciones municipales que se están en estos momentos celebrando en Londres? ¿Q u é representa el fascismo italiano? ¿A qué responde el hitlerismo de Alemania? ¿Q u é trascendencia tiene el fracaso rotundo del socialismo en Austria? Con toda la amargura rabiosa del despecho, el propio Socialista tiene que confesarlo al comentar ayer mismo las declaraciones que desde su refugio de Checoeslovaquia acaba de hacer el caudillo m á s prestigioso del socialismo austríaco. T r á g i c a s confesiones éstas, las de Otto Bauer. Manan sangre. Equivalen a una dramática rectificación de todo el rumbo seguido por el socialismo europeo. Difícilmente podrá encontrarse un ejemplo de sinceridad más amarga. E l socialismo ha fracasado definitivamente como fórmula democrática, y no le queda para rehacerse m á s solución que la brutal de la violencia, la imposición por la fuerza del número. De las cenizas del socialismo contemporizador, cuya expresión m á s acabada era la social democracia alemana, surge un socialismo de ceño fruncido y puño alzado. Al estallar un petardo en el teatro Pompeya, de Barcelona, reaccionó el público, gritando ¡Viva España! F u é una experiencia nueva la que el otro día me ocurrió en Barcelona. M e estaba presentando al público de la P e ñ a Blanca y de las derechas de Cataluña el señor Díaz Camp no sin esfuerzo, porque había unos cuantos alborotadores decididos a que l a conferencia no se diera, cuando estalló un gtan petardo colocado bajo el cuadro de luces del teatro, que derribó dos tabiques y llenó de humo el ámbito. Pudo haber provocado un incendio, causando muertes y heridas, apagado las luces, determinando un pánico invencible, lo que hubiera sido peor que todo porque el teatro estaba lleno. L o que ocurrió fué que aquel público, compuesto de catalanes en su inmensa mayoría, mujeres en gran n ú m e r o que iban a escuchar una reivindicación de las glorias de E s p a ñ a y de la hispanidad, reaccionó, dando vivas a España, y cuando al cabo de dos o tres minutos me levanté a hablar, todo el mundo estaba en su sitio como si nada hubiera sucedido. Hace unos cuantos años que no hubiera podido darse una conferencia en esas circunstancias. A h o r a ha entendido todo un público que no se debe ¡ceder a la amenaza n i a la coacción. Y es que los ánimos se están acerando como disponiéndose para las luchas- que les reserva el porvenir. F u é un espectáculo inolvidable y tan hermoso, que como un relámpago me cruzó la mente la pregunta de si era realmente necesario exaltar el patriotismo de un público que tan patriota se mostraba. Claro que no podemos renunciar a cumplir nuestro deber porque haya un grupo de individuos empeñados en que no lo cumplamos. Pero lo decisivo fué acordarme del conflicto entre la razón y las razones que entreteje l a historia universal y especialmente la de E s paña en estos siglos. L a razón la tiene siempre el pueblo que es patriota, tradicionalista, aferrado a sus costumbres y a su se, Las razones suelen tenerlas los sofistas, que son protestantes, disidentes, inconformes, subversivos y el deber de las gentes de pluma y de palabra es fortalecer la razón con las razones. Las razones entre nosotros las han aducido casi siempre los hombres de la antipatria. Razones contra España, contra la Iglesia, contra la Monarquía, contra la moral, contra las costumbres, hasta contra los clásicos. Razones a las que el pueblo como el público del teatro Pompeya ha opuesto un ¡V i v a E s p a ñ a! que n. o deja de ser razón suprema: la de la vieja encina que se ahoga bajo la yedra por proclamar su derecho a la vida. Pero a las razones de los sofistas enemigos del pueblo hay que contestar con las razones de la verdad y del amor. Y es muy cievto que ya no contestan a las razones con nuevas, razones, sino con petardos, amenazas e insultos, pero ello no significa sino que están perdidos y que no quieren confesarlo. RAMEO PE MAEZTU. T MAS 1 A D O S ACTO S... E l oro tiene valor porque es raro, la plata tiene menos ¡valor porque es menos rara. U n caballero, que sólo en contadísimas oca- siones dé su palabra de honor, merecerá necesatáamente m á s confianza que otro quej lo haga, a cada momento y por los motivos más nimios. L o mismo se refiere también a; los Estados. S i los pactos de no agresión fuesen documentos aislados y excepcionales tendríamos mucha confianza en ellos j pero con la actual pactomanía apenas les concedemos mayor importancia que a un, discurso político. que repite el mismo disco. E l presidente Rooselvet ha escogido precisamente el actual momento de cansancio y desengaño para preconizar otro pacto de no agresión general. ¿E s que estima que los; pactos se enfrían y se deshinchan como unos globos usados? ¿P o r qué motivo siente l a necesidad de dar vida a otro pacto? ¿Q u é ha pasado desde la firma del pacto B r i a n d Kellogg? H a n pasado m á s de cinco años, Sin embargo, si el pacto de P a r í s tenía i m portancia, seriedad y eficacia sigue teniéndolas, y si no, no sé por qué razón podría inspirarnos mayor confianza u ¡n pacto nuevo. Rooselvet quiere que todos los Estados! se comprometan a evitar que sus E j é r c i tos crucen sus fronteras. Desde luego si el mundo entero aceptase su sugestión diría en seguida que ello no se refiere a las tropas yanquis que salgan del territorio de loa Estados Unidos para establecer el orden en Ffaití, Nicaragua u otra República cercana al canal de Panamá, porque tal acción no es guerrera, sino que es simplemente una función de policía. Tampoco los ingleses renunciarían a enviar eventualmente tropas a Egipto, por no hablar de las colonias o de la India. E l Japón, por su parte, se neg a r í a a comprometerse a dejar de enviar eri caso necesario tropas a Manchuria, a M o n golia y hasta a la China propiamente dicha, Pero olvidemos por un momento estas restricciones mentales y supongamos que loS países firmen el nuevo pacto Rooselvet con absoluta buena fe. ¿Q u é o c m r i r í a en ese caso? Pues ocurriría simplemente que ei Estatuto de l a L i g a de Naciones dejaría da existir, puesto que prescribe la asistencia; obligatoria de todos los miembros de l a L i g a del país agredido, lo que no sería posible ejecutar si los Ejércitos no pudiesen salir; del territorio nacional. E l paí ¡que pensarai en una agresión se sentiría todavía m á s lubre que en. la actualidad. N o pretendemos afirmar que el Estatuto y el pacto Kellogg eviten una agresión, ya que su eficacia p r á c tica ha resultado hasta ahora desmentida por la realidad. S i n embargo, ubsiste cuando menos la posibilidad de un castigo a l agresor, mientras que con el pacto Rooselvet desaparecería hasta. esa posibilidad. E n una palabra, de cualquier punto que se sal ga siempre se llegará al resultaáo de quo no basta con que los pactos de no agresión se multipliquen, sino que es menester que se prevean medidas contra el país que los viole. Poique mientras no exista conflicto armado, poco importa que haya pactos o no. Únicamente cuando estallaran los conflictos es cuando deberían los pactos entrar, en acción y demostrar su utilidad. t 1 1 Y se e x t r a ñ a aún El Socialista de que contra ese fantasma amenazador de la paz publica, la humanidad trate de defenderse. Todavía se asombra de que la clase patronal se desenmascare, como él dice, y acuda, decidida, a aceptar la batalla! L o s patronos ceden, grita angustiado ayer. Verdaderamente es intolerable que los patronos no Sedan. E s intolerable que la Cámara aplauda a los ministros que tienen la osadía de proclamar el principio de autoridad, y se decrete el estado de alarma. ¿Q u é va pasar aquí? V a a pasar, sencillamente, que ya es hora de que acaben los abusos, los desmanes, ¡as violencias, las imposiciones, y, sobre todo, las bravuconerías. P E D E O MATA, AMPRES g E V E S Z

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